📅 28/04/2025
Juan 3, 1-8
¿Te has sentido espiritualmente estancado? Hoy Jesús nos invita a renacer. Esta Lectio Divina es para ti que anhelas una nueva vida, un nuevo comienzo guiado por el Espíritu Santo.
Cierra tus ojos. Respira suave y profundo. Siente cómo el Espíritu comienza a soplar en tu alma. Disponte a escuchar con el corazón.
Jesús enseña a Nicodemo sobre el nuevo nacimiento por el Espíritu de Dios.
✨ Fragmento inspirador de Yo Soy – Concepción Cabrera de Armida “El Espíritu Santo será quien te transforme… Deja obrar en ti al Amor divino”
Trinidad Santa, fuente de todo amor y vida, ven a iluminar este momento de oración. Espíritu Santo, renueva mi interior. Jesús, enséñame a nacer de nuevo. Padre, crea en mí un corazón nuevo para acoger tu voluntad. Amén.
Evangelio según san Juan 3, 1-8 (Texto tomado de la Biblia de Jerusalén): “Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue este donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas, si Dios no está con él.» Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.» Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del Espíritu es espíritu. No te asombres de que te haya dicho que tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.”
Jesús conversa con Nicodemo, un fariseo que reconoce su autoridad. El tema central es el nuevo nacimiento: una vida nueva desde lo alto, obra del Espíritu Santo. Jesús revela que esta regeneración espiritual es indispensable para entrar en el Reino de Dios. 🕊️ Jesús usa un lenguaje profundamente simbólico para expresar una verdad central del cristianismo: para entrar en la vida eterna, es necesario nacer de nuevo. No se trata de un nacimiento físico, sino de una transformación interior producida por el agua (bautismo) y el Espíritu Santo. Nicodemo, aunque religioso y estudioso, no comprende la dimensión espiritual del mensaje. Esto refleja cómo incluso los más devotos pueden quedar atrapados en lo externo y lo racional, sin abrirse al misterio. Jesús no lo juzga, pero lo desafía a ir más allá de sus límites. Este texto es clave en la teología sacramental: el bautismo como renacimiento y el Espíritu como fuerza que impulsa al creyente a vivir como hijo de Dios. El viento del Espíritu es libre, impredecible, misterioso, y así actúa en cada alma que se dispone. La enseñanza es clara: sin conversión interior, sin dejar que el Espíritu sople, no hay Reino. Es una llamada a abrir el corazón y permitir que Dios nos rehaga desde dentro, abandonando viejas estructuras y dejando espacio para la vida nueva que Él quiere darnos.
Señor Jesús, como Nicodemo, muchas veces me acerco a ti de noche, con temores, dudas y necesidad de luz. Me hablas de renacer y, con honestidad, reconozco que lo necesito. Siento el peso de lo viejo en mí: hábitos, heridas, miedos que me impiden ser libre. Ven, Espíritu Santo, sopla sobre mi alma. Arranca lo que me estanca, lo que me impide avanzar. Dame un corazón nuevo, con sed de lo eterno, con hambre de lo divino. Hazme nacer del agua viva que brota de tu costado traspasado. Hoy quiero dejar de lado mis seguridades y abrirme a tu acción transformadora. Quiero creer más allá de mis sentidos, amar más allá de mis fuerzas, confiar más allá de mis certezas. Señor, toma mi vida y hazla nueva. Como Nicodemo, quiero comprender, pero más aún, quiero creer. Toma mis preguntas, mis búsquedas, y condúceme por el camino de la fe viva, esa que viene de ti. Amén.
Permanece en silencio. Visualiza al Espíritu como una brisa que envuelve todo tu ser. No intentes entender. Solo recibe. Deja que Él sople donde quiera y renueve lo que está seco en tu interior.
Hoy me comprometo a dejar actuar al Espíritu Santo en mi vida. Haré un examen de conciencia para identificar qué áreas necesitan un nuevo nacimiento: mis relaciones, mi oración, mi fe, mi entrega. Buscaré reconciliarme con alguien si hay heridas. Leeré un pasaje del Evangelio cada día como alimento espiritual. Si no estoy bautizado, me acercaré a la Iglesia. Si ya lo estoy, renovaré en oración las promesas de mi bautismo. Quiero vivir como hijo de Dios.
Señor, renueva mi corazón por tu Espíritu Santo. Da fe a quienes buscan sentido en medio de la oscuridad. Transforma nuestras comunidades en espacios de conversión verdadera. Fortalece a quienes anuncian tu Palabra con valentía. Sopla, Espíritu Santo, sobre los corazones endurecidos.
Gracias, Señor, por llamarme a renacer. Gracias por tu paciencia, por tu amor sin medida. Gracias por el don del Espíritu Santo, que me vivifica y transforma. Hoy me dejo modelar por ti. Padre Nuestro… 🌹 Consagración final a la Virgen María ...Madre del Espíritu Santo, enséñame a decir “sí” cada día a la voluntad de Dios. Acoge mi corazón y preséntalo renovado a tu Hijo Jesús. Dios te salve, María…
El encuentro entre Jesús y Nicodemo (Jn 3, 1-8) es una de las escenas más densas en simbolismo teológico del evangelio de Juan. Jesús introduce el concepto de “nacer de nuevo”, expresión que en griego puede leerse también como “nacer desde lo alto”. Este doble sentido es intencional, apuntando tanto a una regeneración espiritual como a su origen divino. Nicodemo representa al judaísmo que se acerca con sinceridad, pero limitado por una comprensión literal y legalista. La respuesta de Jesús remite al bautismo como sacramento de entrada al Reino. El agua es símbolo de purificación, y el Espíritu, de creación nueva. El pasaje está íntimamente relacionado con Ez 36, 25-27, donde Dios promete purificar y dar un nuevo corazón por medio de su Espíritu. En Juan, esta promesa se actualiza en Cristo, quien no solo enseña, sino que será fuente misma de esta nueva vida (cf. Jn 7, 37-39). El viento, imagen del Espíritu, destaca la libertad y soberanía de la acción divina. No puede ser controlado, domesticado ni reducido. Así es el nuevo nacimiento: don de Dios que transforma radicalmente al creyente. Esta perícopa revela que el Reino no se accede por linaje ni cumplimiento exterior, sino por la regeneración interior, fruto del encuentro con Cristo y la acción del Espíritu. Juan anticipa aquí el mensaje pascual: nacer de nuevo es participar en la muerte y resurrección de Jesús.