📅 07/06/2025
Juan 21, 20-25
Jesús nos invita a no compararnos, a vivir la vocación personal con fidelidad y confianza. Cada llamado es único. Hoy, el Señor nos recuerda que el seguimiento auténtico se centra en Él, sin distraerse por la misión de los demás. Escucha su voz: “Tú, sígueme”.
Haz silencio. Respira con calma. Visualiza el lago al amanecer. Pedro, tú, yo… todos junto al Señor resucitado. Escucha sus palabras dirigidas a ti. Hoy no es día de teorías, sino de intimidad. Abre el corazón. Permite que el Espíritu Santo te muestre tu camino. Quédate en su presencia.
Pedro pregunta por el discípulo amado; Jesús lo invita a seguirle sin comparaciones.
“Déjame que marque el ritmo de tus pasos. Tú, sígueme, aunque no comprendas.” – Yo Soy (Concepción Cabrera de Armida)
Dios Uno y Trino, hoy me postro ante tu misterio de amor. Padre, me has llamado a existir; Hijo, me invitas a seguirte; Espíritu Santo, me fortaleces en el camino. Ayúdame a no mirar a los lados, sino fijar mi corazón en tu voluntad. Aquí estoy. Háblame, Señor.
Evangelio según San Juan 21, 20-25 – Biblia de Jerusalén 20 Pedro se volvió y vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» 21 Viéndole Pedro, preguntó a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» 22 Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» 23 Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro ‘No morirá’, sino ‘Si quiero que se quede hasta que yo venga’. 24 Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que se escribieranBIBLIA DE JERUSALEN CUA…
Este pasaje, que cierra el Evangelio de Juan, contiene una enseñanza profunda sobre la individualidad del seguimiento cristiano. Pedro, recién restaurado por Jesús, se preocupa por el futuro del “discípulo amado”. Pero Jesús no le responde con detalles, sino con una firme indicación: “Tú, sígueme”. El mensaje es claro: el camino del discipulado no se vive desde la comparación, sino desde la fidelidad. Cada uno tiene un llamado específico en el cuerpo de Cristo (cf. 1 Cor 12,4-7). El Catecismo enseña que “la vocación cristiana es por naturaleza una llamada personal” (CIC 873). ¿Nos inquieta la misión de otros? ¿Nos frustra no tener la misma visibilidad o frutos? Jesús nos recuerda que nuestra mirada debe estar puesta en Él, no en los demás. Esto no es indiferencia, sino libertad para amar y servir según nuestra vocación. Preguntas para meditar: ¿En qué aspectos me he comparado o desanimado al mirar a otros? ¿Estoy viviendo mi camino de fe con libertad o con envidia? ¿Reconozco que Jesús tiene un plan único para mí?
Señor Jesús, Maestro y Amigo, gracias por llamarme a seguirte. A veces me distraigo, comparo mi vida con la de otros y pierdo la paz. Hoy quiero centrarme en Ti. No me importa si otros caminan más rápido o tienen una misión distinta. Solo deseo ser fiel a lo que Tú esperas de mí. Dame claridad, paciencia y confianza. Sé tú mi guía. Amén.
“Mírame a Mí… No a los demás.” Jesús camina delante de ti. Su mirada es firme, amorosa. Te extiende la mano. Hay paz en su voz: “Tú, sígueme”. En ese llamado hay todo lo que necesitas. Detente. Escucha. Descansa. Ama.
Personal: Hoy renunciaré a toda comparación. Agradeceré mi historia y mis dones. Familiar/comunitario: Animaré a alguien cercano en su vocación sin juzgar su camino. Examen: ¿He vivido mi fe desde la competencia? ¿He juzgado a otros en su caminar?
Por la Iglesia, para que cada miembro viva su vocación con libertad y amor. Por los que dudan de su camino, que encuentren luz en la Palabra. Por los jóvenes que buscan su misión, que escuchen con claridad la voz del Buen Pastor. Por quienes sienten envidia espiritual, que descubran la alegría de su identidad en Cristo. Por nosotros, llamados a seguir a Jesús sin mirar atrás ni a los lados.
Gracias, Señor, por invitarme a seguirte. Aun con dudas, tropiezos o miedos, mi corazón es tuyo. Padre Nuestro... María, Madre del seguimiento fiel, te consagro mi camino. Llévame de tu mano hacia Jesús. Ave María… Amén.