📅 02/10/2025
Mateo 18, 1-5. 10
Jesús nos invita a ser como niños, recordándonos que en la sencillez cotidiana, Él está abrazando nuestra fragilidad. Si sientes cansancio o temores en tu vida familiar o personal, este momento de oración es fuerza para tu corazón y camino de confianza en medio de tus dudas.
Antes de disponernos a orar, coloca tus pies firmes en el suelo y respira profundamente tres veces, dejando salir con cada exhalación tus preocupaciones. Imagina que con cada respiro, Dios llena tu corazón de paz. El Señor está aquí, presente y vivo, más cercano de lo que imaginas. No necesitas fingir nada: ven como eres, con tus miedos y alegrías. Entrégale este momento de silencio interior. Ahora abre tu corazón, deja que tus sentidos se aquieten y disponte a escuchar su voz con confianza.
Jesús abraza la pequeñez y nos enseña que la grandeza verdadera se mide en humildad, confianza y ternura.
"Yo soy tu ternura hecha carne… acércate a mí con la confianza de un niño. No temas, porque en tu pequeñez me complazco; en tu fragilidad, yo soy tu fuerza; en tu sencillez, yo descanso y te elevo a mi corazón."
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Padre amado, vengo hoy con mi corazón necesitado de tu gracia. Reconozco mis debilidades y mis miedos, esas áreas de mi vida donde me cuesta confiar. Señor Jesús, Tú que abrazaste a los niños y los pusiste como ejemplo del Reino, haz que también yo aprenda a vivir con humildad y confianza. Espíritu Santo, abre mis sentidos para acoger tu Palabra con sencillez. Madre María, intercede por mí para que pueda acercarme a tu Hijo con la docilidad de tu corazón. Que este momento de oración me transforme en alguien pequeño a los ojos del mundo, pero grande en amor a Dios y a los hermanos. Amén.
Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10 (Biblia de Jerusalén) «En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: “¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?” Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Yo os aseguro: si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Cuidad de no despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial.”»
El texto muestra a Jesús redefiniendo la grandeza en el Reino. El género es narrativo con enseñanza moral: una escena simple cargada de simbolismo. El niño, en la cultura judía, representaba vulnerabilidad y dependencia. Jesús lo coloca como modelo de conversión: hacerse pequeño para entrar en el Reino. La frase “convertirse y hacerse como niños” conecta con Juan 3,3: “nacer de nuevo”. La advertencia sobre los “ángeles” resalta la dignidad de los pequeños ante Dios. Así, la comunidad de Mateo recibe una enseñanza clara: el discipulado no es poder ni prestigio, sino humildad, acogida y cuidado del débil. ¿QUÉ ME DICE A MÍ? - Dios me habla personalmente hoy Tú también buscas ser grande, reconocido o aceptado en tus tareas, en tu familia o en tus proyectos. Pero hoy el Señor te recuerda que el verdadero camino hacia la plenitud es dejarte abrazar como un niño. Haz memoria: ¿en qué área de tu vida necesitas especialmente esta Palabra? Tal vez en tus relaciones familiares, donde el orgullo dificulta pedir perdón. O en tu trabajo, donde la competencia apaga la sencillez. O en tu oración, donde sientes que debes ser perfecto para acercarte a Dios. Jesús te pide algo distinto: que vuelvas a lo esencial, que confíes como un hijo. No temas mostrar tus debilidades; en ellas brilla la ternura del Padre. Pregúntate: ¿qué miedos o esperanzas toca en ti este mensaje? Tal vez el miedo a no ser suficiente, o la esperanza de empezar de nuevo con un corazón renovado. El Señor te llama a crecer en confianza: a recibir al prójimo como recibirías a un niño, con respeto y ternura. Hoy Dios te invita a reconocer tu pequeñez, a soltar tus máscaras, y a vivir con libertad la verdad de que eres hijo amado. Ahí está tu grandeza: en dejar que tu Padre del Cielo te sostenga.
Señor, reconozco que muchas veces busco el poder, el control y la aprobación de los demás. A veces me cuesta aceptar mi fragilidad y me da miedo mostrarme pequeño. Gracias porque me recuerdas que no necesito aparentar nada, que en mi sencillez Tú me amas. Te agradezco porque en tantas ocasiones me has hecho sentir tu abrazo de Padre, incluso cuando me creía perdido. Hoy quiero pedirte un corazón humilde, que no busque sobresalir, sino servir. Dame la gracia de recibir a los demás con el mismo amor con que Tú recibes a los niños. Te ofrezco mis miedos, mis inseguridades y mis luchas, para que los transformes en confianza y alegría. Quiero aprender a vivir cada día con la certeza de ser hijo amado, y que mi vida sea un reflejo de tu ternura para con los más pequeños.
Imagínate en la escena: los discípulos discuten sobre quién es el mayor. Jesús sonríe, toma de la mano a un niño y lo coloca en medio. Mira sus ojos llenos de inocencia. Escucha la voz de Jesús diciendo: “Hazte como este pequeño”. Siente la calidez de su mano sobre tu hombro, la paz que irradia su mirada. Deja que su amor desarme tus defensas. Permanece en silencio, como un niño en brazos de su padre. Solo recibe: eres amado, protegido y custodiado por ángeles que contemplan al Padre por ti.
Gesto personal: Dedicaré un momento para abrazar mi pequeñez y agradecerle a Dios por mis limitaciones. Actitud familiar: Practicaré la ternura en casa, hablando con paciencia y evitando responder con dureza. Intención comunitaria: Buscaré acercarme a alguien vulnerable —un niño, un anciano o un hermano que sufre— para mostrarle acogida sincera. Examen nocturno: Me preguntaré: “¿Hoy viví con la sencillez de un niño o busqué aparentar grandeza?”
Jesús que nos invita a ser como niños, presentemos al Padre nuestras súplicas confiados en su amor. Por la Iglesia, para que acoja con ternura y defienda siempre a los más pequeños y vulnerables. Roguemos al Señor. Por los gobernantes, para que busquen el bien común con humildad y espíritu de servicio. Roguemos al Señor. Por los niños del mundo, especialmente los que sufren pobreza o violencia, para que encuentren cuidado y dignidad. Roguemos al Señor. Por nuestras familias, para que vivan la sencillez del amor y la confianza mutua. Roguemos al Señor. Por cada uno de nosotros, para que redescubramos la alegría de ser hijos amados de Dios. Roguemos al Señor.
Señor, gracias por recordarme que me amas en mi pequeñez. Hoy quiero ofrecerte mi corazón con gratitud. Te digo con confianza el Padrenuestro, sabiendo que soy tu hijo amado y que en Ti encuentro mi fortaleza. Madre María, me consagro a tu ternura de Madre; enséñame a vivir con la docilidad y la pureza de tu corazón. Te pido que me tomes de la mano y me acerques siempre a Jesús, tu Hijo, que es mi camino y mi paz. Con confianza filial, te rezo el Avemaría, seguro de tu intercesión poderosa. Que mi vida quede en tus manos como niño confiado. Amén.
1. Contexto histórico-literario El Evangelio de Mateo fue escrito hacia el año 80-90 d.C. para una comunidad judeocristiana que vivía tensiones internas y externas. Este pasaje pertenece al discurso eclesial (Mt 18), centrado en la vida comunitaria. El género es narrativo con enseñanza moral y eclesial: Jesús responde a la pregunta de los discípulos sobre la grandeza en el Reino. La acción de poner a un niño en medio es un gesto pedagógico que ilustra visualmente el mensaje. 2. Exégesis lingüística y simbólica El verbo griego στραφῆτε (straphēte: “convertirse”) indica un giro radical, un cambio de dirección. Paidion (niño pequeño) remite a alguien sin derechos ni poder social en la cultura judía. Jesús resignifica la vulnerabilidad como modelo. El símbolo del “niño” encarna dependencia, confianza y apertura. La referencia a los ángeles que contemplan al Padre (v.10) resalta la dignidad de cada pequeño y la atención de Dios sobre los vulnerables. La estructura literaria se centra en tres movimientos: la pregunta de los discípulos, la acción ejemplar de Jesús, y la enseñanza sobre el cuidado de los pequeños. 3. Interpretación patrística y magisterial San Juan Crisóstomo comenta que “no basta con ser humildes, sino hacerse pequeños, como quienes no tienen pretensiones de gloria”. San Jerónimo añade que el niño es “símbolo de la inocencia y de la simplicidad necesarias para ver a Dios”. En la liturgia, este texto se proclama en la memoria de los Santos Ángeles Custodios, subrayando la protección divina sobre los más vulnerables. Dei Verbum 21 recuerda que en la Escritura el Padre nos habla amorosamente, y Verbum Domini de Benedicto XVI enfatiza que el discípulo aprende humildad escuchando la Palabra. 4. Aplicación pastoral contemporánea Hoy vivimos en un mundo que exalta la autosuficiencia y el poder. Este texto ilumina a quienes buscan reconocimiento en la familia, la política o el trabajo. Nos interpela a redescubrir la grandeza de la humildad: en los padres que acogen con ternura a sus hijos, en los líderes que sirven y no se sirven, en los cristianos que acompañan a los frágiles. Para los enfermos, este pasaje ofrece la certeza de que Dios se complace en la fragilidad. Para los jóvenes, muestra que no se trata de aparentar fuerza, sino de vivir con autenticidad. Para la vida comunitaria, recuerda que el cuidado de los pequeños y débiles es criterio de fidelidad al Evangelio. El desafío pastoral es cultivar una Iglesia más sencilla, acogedora y confiada, donde todos, como niños, se reconozcan hijos amados del Padre.