📅 09/06/2025
Juan 19, 25-34
En el costado traspasado de Cristo brotan sangre y agua: signos del perdón, la vida nueva y la comunión eterna. Hoy contemplamos el amor radical de Jesús que nos regala la maternidad espiritual de María y el nacimiento de la Iglesia desde su entrega total.
Detente. Cierra tus ojos. Siente el silencio del Gólgota… ahí estás tú, contemplando al Crucificado. No hay palabras, solo amor. Abre tu corazón al misterio. Jesús, desde la cruz, quiere hablarte, entregarte a su Madre y abrir su costado para que bebas del manantial eterno.
Desde la cruz, Jesús entrega a María como Madre y es traspasado.
“Yo Soy el amor hasta el extremo. Desde la cruz te doy mi corazón abierto y mi Madre fiel. Bebe de mi costado: sangre para redimirte, agua para vivificarte.” – Yo Soy (Concepción Cabrera de Armida)
Trinidad Santísima, hoy me acerco al misterio de la cruz. Padre, te doy gracias por entregar a tu Hijo amado. Jesús, mi Redentor, abro mi corazón a tu amor crucificado. Espíritu Santo, dame luz para comprender, fuerza para responder y ternura para amar. Amén.
Juan 19, 25-34 – Biblia de Jerusalén 25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27 Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. 28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed.» 29 Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. 30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. 31 Los judíos, como era el día de la Preparación, no querían que quedasen los cuerpos en la cruz el sábado… 33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua
La escena es una de las más conmovedoras del Evangelio. Jesús, ya en agonía, no se cierra en sí mismo: entrega a María como Madre del discípulo amado y, por extensión, como Madre de todos los creyentes. Este acto establece una nueva familia espiritual, la Iglesia naciente. Luego, al morir, un soldado le atraviesa el costado, y brotan sangre y agua. La tradición patrística ha visto aquí el nacimiento de los sacramentos de la Eucaristía y el Bautismo. El Catecismo afirma: “Del costado de Cristo dormido en la cruz nació la Iglesia” (CIC 766). Este pasaje nos invita a mirar el corazón traspasado de Cristo, fuente de gracia, perdón, reconciliación y vida. Nos recuerda que María no es una figura marginal, sino central en el misterio de la redención. Preguntas para meditar: ¿Me acerco al costado abierto de Jesús con fe y gratitud? ¿Acepto a María como mi madre espiritual? ¿Vivo la Eucaristía como fuente de perdón y comunión con Cristo?
Señor Jesús, al contemplarte en la cruz, me sobrecoge tu amor. Me entregas a tu Madre, me entregas tu Espíritu, me entregas tu misma vida. No quiero ser un espectador lejano, sino un discípulo amado. Toca mi corazón con tu sangre y purifícame con tu agua. Enséñame a amar con radicalidad, a vivir en comunión y a consolar a los que sufren como María. Amén.
El viento se ha detenido. Solo se oye el latido de un corazón herido. De su costado brota vida. María te mira, como madre, como refugio. Tú, ahí, a los pies de la cruz. Silencio. Amor. Redención. Deja que el agua y la sangre te bañen por dentro.
Personal: Hoy visitaré un sagrario y contemplaré el crucifijo, entregando mi vida al amor de Jesús. Familiar/comunitario: Haré una oración en familia para consagrarnos al Corazón de Jesús y a la Virgen. Examen: ¿Vivo desde el costado traspasado de Cristo o solo me quedo en la superficie del Evangelio?
Por la Iglesia, nacida del costado de Cristo, para que sea fiel al amor que la engendró. Por los sacerdotes, ministros de los sacramentos que brotan de la cruz. Por los que no conocen a María como Madre, para que descubran su ternura. Por los enfermos y los moribundos, para que encuentren en el Corazón de Jesús su paz. Por nosotros, para que vivamos la Eucaristía como un encuentro transformador.
Gracias, Jesús, por amarme hasta el extremo. Me consagro a tu Corazón traspasado. Padre Nuestro… Madre María, Reina de los Mártires y Madre de la Iglesia, me consagro a tu Inmaculado Corazón. Enséñame a permanecer firme junto a la cruz. Ave María… Amén.