📅 01/06/2025
Lucas 24, 46-53
Hoy celebramos la Ascensión del Señor, una invitación a vivir con esperanza y renovado discernimiento. Jesús no se aleja, sino que inaugura una nueva presencia desde lo alto. En este día somos enviados a ser testigos vivos de su amor y promesa.
Haz silencio interior. Respira profundo… Inhala paz, exhala ansiedad. Cierra los ojos y deja que el bullicio del mundo se apague dentro de ti. Entrégate al momento presente y disponte a escuchar. Dios te hablará. No te resistas. Hoy es un día para mirar al cielo… y descubrir a Cristo vivo también en tu historia.
Jesús anuncia la misión, bendice a los discípulos y asciende al cielo.
“Yo Soy quien te deja la paz, no para que te detengas, sino para que subas. Subas conmigo al Padre, subas en amor, subas en fe, subas en olvido de ti mismo, subas en caridad. No te aferres. Yo estoy contigo, pero de otro modo.” — Yo Soy
Santísima Trinidad, fuente de amor y luz eterna, nos postramos ante Ti para comenzar esta Lectio Divina. Padre, danos tu sabiduría; Hijo, condúcenos por tus caminos; Espíritu Santo, inflama nuestros corazones con tu fuego. Que esta oración nos eleve contigo, Jesús, al misterio de tu Ascensión, y nos disponga a vivir como testigos valientes de tu Reino.
Lucas 24, 46-53 – Biblia de Jerusalén Jesús les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día, y se predicará en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre. Pero ustedes permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza de lo alto». Después los sacó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran alegría, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.
Este texto pertenece al género narrativo post-pascual y es la conclusión del Evangelio según San Lucas. Enmarca la misión de la Iglesia naciente y se vincula directamente con el inicio de los Hechos de los Apóstoles. La Ascensión no es una despedida, sino una plenitud: Cristo glorificado que promete el Espíritu y deja a su Iglesia viva y en marcha. 🧘 El centro de este pasaje es la transformación: de discípulos temerosos a testigos llenos de esperanza. Jesús sube al cielo, pero no nos deja solos. Su Ascensión es la exaltación de su humanidad y la nuestra. Como enseña el Catecismo (n. 659-664), Cristo entra definitiva y visiblemente en la gloria del Padre, intercediendo por nosotros. San Juan Pablo II dijo que “la Ascensión no significa ausencia, sino presencia distinta y permanente”. El mensaje es claro: ahora nos toca a nosotros encarnar el Evangelio. En la Ascensión, Lucas entrelaza tres momentos cruciales: envío misionero, bendición final y adoración gozosa. La misión es fruto del encuentro y de la experiencia pascual. Jesús promete la "fuerza de lo alto", es decir, el Espíritu Santo. Esto no es un adorno devocional, sino una garantía de poder divino para vivir con sentido, para anunciar y servir. ¿Estoy viviendo como un testigo del Resucitado? ¿Cuál es mi Jerusalén hoy, el lugar donde debo permanecer y esperar al Espíritu? ¿Qué miedos me impiden levantar la mirada al cielo?
Jesús, mi Señor ascendido, gracias por tu Palabra que eleva mi corazón. Hoy quiero alabarte porque no me has dejado huérfano. Tu gloria no me aleja, sino que me envuelve con ternura y promesa. Mírame con amor, y hazme testigo auténtico de tu Reino. Llena mis días de la fuerza de lo alto. Te entrego mis miedos, mis silencios, mi cansancio. Revísteme de fuego misionero. Amén.
Imagina a Jesús ascendiendo lentamente, sus manos aún extendidas en bendición. El cielo se abre, pero su mirada permanece fija en ti. Te dice: “Tú eres mi testigo”. Quédate en ese instante. No hay prisa. Solo adoración. El cielo no está lejos. Está aquí. En tu fe, en tu entrega, en tu oración.
Personal: Hoy viviré con conciencia de que soy testigo de Cristo. Buscaré dar testimonio con mis palabras y, sobre todo, con mis obras. Comunitario: En mi familia o comunidad, propondré un momento de oración o reflexión sobre la misión. Examen: ¿Estoy viviendo como alguien que ha recibido una misión divina? ¿Busco ser revestido por el Espíritu o me muevo solo por mis fuerzas?
Por la Iglesia, para que sea siempre testigo fiel de Cristo Resucitado, roguemos al Señor. Por los que no han escuchado el Evangelio, para que lleguen al conocimiento del amor de Dios. Por quienes viven sin esperanza, que descubran la alegría del cielo que comienza aquí. Por nuestras comunidades, para que vivan en unidad y gozo, como los discípulos en Jerusalén. Por nosotros, para que seamos revestidos con la fuerza del Espíritu y salgamos a anunciar.
Gracias, Padre, porque nos has dado a tu Hijo. Gracias, Jesús, por tu vida, muerte, resurrección y gloriosa Ascensión. Nos consagramos a Ti. Danos tu Espíritu para vivir en fidelidad. Padre nuestro… Santa María, Madre del Resucitado, consagramos a Ti nuestra vida y misión. Guíanos al cielo como llevaste a Jesús en tu corazón. Dios te salve, María…
La Ascensión de Jesús (Lc 24, 46-53) es clave para la teología lucana. Según la Pontificia Comisión Bíblica, este tipo de relatos “no pretenden narrar cronológicamente, sino expresar teológicamente la glorificación de Cristo” . Lucas presenta a Jesús como el cumplimiento de las promesas proféticas (cf. Is 52–53), y su partida como el inicio de la misión eclesial. Croatto señala que la relectura de los textos proféticos (como Isaías 53) por parte de Jesús en Lc 24, es una “producción de sentido” en clave mesiánica y liberadoraCroatto, J. S., Hermené…. Jesús “reinterpreta” las Escrituras para mostrar que el Mesías debía padecer, morir y resucitar. Su “elevación” no es solo espacial, sino existencial: Jesús entra en la plenitud del Reino. En este pasaje se unen: profecía cumplida, misión confiada y promesa del Espíritu. Es un texto programático para entender la vocación cristiana: vivir con los ojos en el cielo y los pies en la tierra, con alegría, oración y misión. La Ascensión no es el fin del Evangelio, sino el umbral de la Iglesia.