📅 12/07/2025
Mateo 10, 24-33
A veces tememos hablar con libertad, ser auténticos o mostrar nuestra fe. Hoy Jesús nos llama a superar el miedo y vivir con fortaleza, sabiendo que estamos profundamente amados por el Padre. Si hoy enfrentas inseguridad o dudas, esta Palabra quiere darte certeza de que tú vales infinitamente para Dios.
Respira hondo… deja que el aire limpie tu interior. Pon tu mano en el pecho… siente el latido de tu corazón. Ahí, en ese latido, Dios está presente. No temas acercarte con tus heridas o dudas. Él no exige perfección, sino sinceridad. Entra a esta lectura como a un encuentro de amor: confiado, dispuesto y abierto.
Jesús enseña a no temer a los hombres, porque el Padre cuida de cada uno de nosotros.
«Yo soy el que cuenta cada uno de tus cabellos. No estás solo ni olvidado. Cuando el miedo te paralice, recuerda que tú me perteneces. Tu vida es preciosa ante mis ojos. No temas: Yo te sostengo.»
Padre amado, Hijo redentor, Espíritu consolador: venimos hoy ante Ti con todo lo que somos. Nos cuesta vencer el miedo y confiar plenamente, pero Tú nos dices: “No teman”. Enséñanos a vivir en tu verdad, con libertad interior, sabiendo que nuestra dignidad está en tu amor. María, Virgen valiente y confiada, acompáñanos en este camino de entrega y fidelidad. Amén.
Mateo 10, 24-33 (Biblia de Jerusalén) “Un discípulo no está por encima del maestro, ni un siervo por encima de su señor. Ya le basta al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al amo de la casa lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa! No les tengáis miedo, pues no hay nada encubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede llevar alma y cuerpo a la Gehena. ¿No se venden dos pajarillos por un céntimo? Y sin embargo, ni uno solo caerá a tierra sin que lo disponga vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que no temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos. A todo el que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre del cielo. Pero a quien me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.”
Jesús habla con claridad a sus discípulos: si Él fue rechazado, nosotros también lo seremos. Pero nos pide no temer, pues el Padre cuida incluso de los pajarillos, y nosotros valemos mucho más. En tiempos donde expresar la fe puede generar burlas, juicios o incomodidad, este pasaje es un llamado a la confianza valiente. A la comunidad de Mateo, que vivía persecución, estas palabras eran luz en la oscuridad. ¿Qué temes perder por ser fiel a Dios? ¿Hay algo que ocultas de tu fe por inseguridad? ¿Sientes que a veces no vales mucho? Este texto te afirma con ternura y fuerza: tú vales para Dios, Él te conoce profundamente y está contigo incluso cuando tú lo olvidas.
Jesús, cuando leo estas palabras, siento cómo acaricias mi alma herida por la inseguridad. Me cuesta no temer, me cuesta proclamar tu nombre con libertad, especialmente cuando temo ser juzgado. Gracias por recordarme que valgo para Ti, incluso más de lo que imagino. Gracias porque me ves, me cuentas, me cuidas. Te pido valor para hablar de Ti sin miedo. Te ofrezco hoy mi boca, mi vida, mis gestos, para que te hagan visible. Y si alguna vez te he negado, perdóname. Que a partir de hoy, mi vida hable de tu amor.
Imagínate en lo alto de una colina. Jesús está contigo y te muestra el cielo estrellado. “¿Ves todo esto? Yo lo sostengo. Y aún así, te amo más a ti.” Siente cómo su mirada penetra tu alma sin juicio, solo con ternura. Quédate ahí, en ese silencio sereno… Tú vales. Tú eres amado. No necesitas palabras. Solo deja que esa verdad se grabe en tu corazón.
Hoy elegiré vivir con libertad interior. Compartiré una palabra de fe con alguien que lo necesite. Me atreveré a rezar en público si es necesario, sin miedo. Haré un acto concreto de confianza: dejaré de esconder mi fe. Examen al final del día: ¿Hoy proclamé a Jesús con mi vida o lo oculté por miedo?
Por la Iglesia, para que viva su misión sin temor al juicio del mundo. Por quienes sufren persecución por su fe, que sientan la protección del Padre. Por los jóvenes, para que no escondan su identidad cristiana. Por las familias, para que eduquen en la libertad de los hijos de Dios. Por cada uno de nosotros, para que sepamos vivir desde la dignidad de ser amados
Gracias, Señor, por recordarme que soy valioso para Ti. Gracias porque no tengo que fingir ni esconderme. Hoy me entrego de nuevo a tu amor. Padre nuestro… Dios te salve, María… Santa María, consagro mi vida a tu ternura. Sé mi guía en el camino del valor y la fe.
1. CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO Cuando Mateo escribió este pasaje, la comunidad judeocristiana vivía tensiones internas y persecuciones externas. Tras la destrucción del Templo (70 d.C.), los cristianos eran vistos con sospecha tanto por judíos como por romanos. Este discurso misionero se inserta en un contexto donde ser discípulo de Jesús implicaba peligros reales: rechazo familiar, calumnias, muerte. Mateo estructura este capítulo como una instrucción de envío: Jesús prepara a sus apóstoles para una misión marcada por la hostilidad. El género es parenético (exhortativo) y forma parte del segundo gran discurso del Evangelio (Mt 10), enmarcado en una catequesis de seguimiento y valentía. 2. EXÉGESIS LINGÜÍSTICA Y SIMBÓLICA Palabras clave como “discípulo” (gr. mathētḗs) y “maestro” (gr. didáskalos) reflejan la relación formativa y de imitación. El verbo “teman” (gr. phobeîsthe) aparece tres veces en contraste con la frase “no teman”, revelando una estructura tripartita de consuelo progresivo. La imagen del “gorrión” vendido por poco valor transmite el cuidado providente de Dios incluso en lo pequeño. El término “confesare” (gr. homologēsei) implica testimonio público y lealtad ante persecución. Se intuye un paralelismo entre la confesión ante los hombres y la confesión de Cristo ante el Padre, reforzando la idea de reciprocidad divina. El lenguaje es poético y confrontador a la vez. 3. INTERPRETACIÓN PATRÍSTICA Y MAGISTERIAL San Juan Crisóstomo ve en este pasaje un llamado a la valentía que nace de la confianza en Dios: “¿Qué puede el hombre hacerte, si tú estás en las manos de Dios?”. San Agustín subraya que la verdadera muerte no es la del cuerpo sino la del alma al alejarse de Dios (cf. Sermón 304). El Magisterio, en el Catecismo (cf. CEC 2471-2474), enseña que el testimonio del cristiano es inseparable de la confesión de la fe, incluso con riesgo de persecución. La liturgia utiliza este pasaje en fiestas de mártires, mostrando su dimensión eclesial: no es un llamado individualista, sino una fidelidad pública a Cristo. 4. APLICACIÓN PASTORAL CONTEMPORÁNEA En un mundo donde el testimonio cristiano muchas veces es marginado o silenciado, este texto nos recuerda que no estamos solos: Dios cuida incluso de los cabellos de nuestra cabeza. Familias enfrentan presiones para ocultar su fe; jóvenes son ridiculizados por vivir con coherencia; adultos mayores temen ser irrelevantes. A todos, Jesús les dice: “No tengan miedo”. El texto interpela también en crisis personales: cuando callamos la verdad por temor, o nos avergüenza confesar a Cristo en ambientes hostiles. Nos invita a vivir con libertad interior, sin miedo a perder la reputación, porque lo único que importa es ser reconocidos por Él ante el Padre.