Las 12 Etapas de la Historia de la Salvación
El Gran Drama del Amor de Dios que Transformará tu Vida Espiritual
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”
— Juan 3,16
Los Seis Principios Fundamentales
Las verdades esenciales que nos revela la Historia de la Salvación
La Fidelidad Inquebrantable de Dios
A lo largo de toda la historia, Dios muestra su fidelidad constante frente a las infidelidades humanas. Su amor persevera eternamente.
Un Diálogo de Amor Permanente
La Historia de la Salvación es fundamentalmente un diálogo entre Dios y la humanidad, donde Dios siempre busca la relación personal.
Revelación Progresiva
Dios se revela gradualmente a través de la historia, preparando paso a paso la venida de Cristo como plenitud de la revelación.
Cristo, Centro de la Historia
Toda la Historia de la Salvación converge en Jesucristo. Él es la clave que da sentido a todo el plan divino.
Respeto por la Libertad Humana
Dios respeta siempre la libertad humana. Su amor no se impone, sino que invita y espera la respuesta libre del corazón.
Esperanza Escatológica
La historia tiende hacia un fin glorioso. La esperanza en la segunda venida de Cristo da sentido a todo el caminar humano.
Las 12 Etapas de la Historia de la Salvación
Explora cada etapa de la historia sagrada haciendo clic en las tarjetas
1. Creación y Orígenes
El Primer Acto de Amor (Gn 1-11)
Dios crea por puro amor. El ser humano, creado para la comunión divina, elige la rebelión, iniciando la necesidad de redención.
2. Período Patriarcal
La Elección Gratuita (1850-1650 a.C.)
Abraham recibe la promesa de tierra, descendencia y bendición. Isaac, Jacob y José continúan la historia de la fe obediente.
3. Éxodo y Alianza
El Corazón de la Salvación (1250-1230 a.C.)
Moisés libera al pueblo de Egipto. En el Sinaí se establece la Alianza fundamental que será el modelo de todas las alianzas posteriores.
4. Conquista y Jueces
El Ciclo de la Fidelidad (1230-1030 a.C.)
El patrón se repite: pecado, castigo, arrepentimiento, liberación. Dios levanta jueces que salvan al pueblo cuando clama a Él.
5. Monarquía Unida
El Reino según el Corazón de Dios (1030-931 a.C.)
David establece el reino que prefigura el Reino mesiánico. Salomón construye el Templo, centro de la adoración.
6. División de los Reinos
La Infidelidad y sus Consecuencias (931-586 a.C.)
Los reinos de Israel y Judá se alejan de Dios. Los profetas llaman incansablemente a la conversión y mantienen viva la esperanza.
7. Exilio en Babilonia
La Noche Oscura que Purifica (597-539 a.C.)
La pérdida del templo, la tierra y el rey lleva al pueblo a una profunda reflexión. Surge la esperanza en el Siervo Sufriente.
8. Restauración Persa
El Nuevo Comienzo (539-333 a.C.)
El regreso del exilio marca una nueva etapa. Se reconstruye el Templo y nace el judaísmo como preparación para Cristo.
9. Época Helenística
Resistencia y Esperanza (333-63 a.C.)
Los Macabeos defienden la fe ante la persecución helenística. Se aviva la esperanza mesiánica y apocalíptica.
10. Jesucristo
La Plenitud de los Tiempos (7 a.C. – 30 d.C.)
El Verbo se hace carne. Cristo es el cumplimiento de todas las promesas, el centro y la culminación de toda la Historia de la Salvación.
11. La Iglesia
El Nuevo Pueblo de Dios (30 d.C. – presente)
Pentecostés marca el inicio de la Iglesia. El Espíritu Santo continúa la obra salvadora hasta los confines de la tierra.
12. Segunda Venida
La Consumación Gloriosa (Parusía)
La historia culminará con la segunda venida de Cristo. El Reino de Dios alcanzará su plenitud definitiva.
🙏 Lectio Divina
Contemplemos orante la Historia de la Salvación a través de la Palabra de Dios
Lectio
Lee despacio
Meditatio
Medita profundo
Oratio
Dialoga con Dios
Contemplatio
Permanece en silencio
Actio
Vive la historia
📖 Lectura Bíblica
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; habiéndonos predestinado a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia… En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benigno designio que en él se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos.”
— Efesios 1, 3-10
💭 Preguntas para la Reflexión
- ¿Cómo puedo reconocer que Dios me eligió “antes de la fundación del mundo”?
- ¿En qué momentos de mi vida he experimentado la fidelidad de Dios?
- ¿Cómo veo mi historia personal dentro del gran plan de salvación?
- ¿De qué manera puedo ser parte activa de esta historia que continúa?
- ¿Qué “etapas” de mi vida necesitan ser iluminadas por Cristo?
- ¿Cómo puedo vivir esperando la “plenitud de los tiempos”?
🙏 Oración Final
“Señor Dios, autor de la Historia de la Salvación, te doy gracias porque desde antes de la fundación del mundo me has conocido y amado. Reconozco que mi historia personal está entretejida con tu gran plan de amor para la humanidad. Como Abraham, quiero caminar en fe hacia la promesa. Como María, quiero decir ‘sí’ a todo lo que planeas para mi vida. Espíritu Santo, ayúdame a ver mi vida diaria como parte de esta historia sagrada. Que cada acto de amor contribuya a la construcción de tu Reino. ¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús! Amén.”
✠ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.
La Historia de la Salvación: Un Viaje de 12 Etapas por el Plan de Amor de Dios para la Humanidad
Meta descripción: Descubre las 12 etapas de la Historia de la Salvación según la Biblia. Desde la Creación hasta la Parusía: el plan divino revelado para tu crecimiento espiritual. ¡Conoce el amor de Dios!
Introducción: El Hilo de Oro que Une Toda la Historia
¿Te has preguntado alguna vez si existe un hilo conductor que une todos los eventos de la Biblia? ¿Si detrás de tantas historias, personajes y acontecimientos hay un plan maestro que da sentido a todo? La respuesta es un rotundo sí: se llama la Historia de la Salvación.
La Historia de la Salvación no es simplemente una cronología de hechos antiguos. Es el relato apasionante de cómo Dios, desde el primer momento de la creación, trazó un plan de amor para rescatar a la humanidad del pecado y llevarla hacia la vida eterna. Como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (CIC 851, citando 1 Tim 2,4).
Este viaje de salvación se desarrolla a través de 12 etapas fundamentales que revelan la pedagogía divina: cómo Dios se va revelando progresivamente, cómo establece alianzas con su pueblo, y cómo prepara pacientemente la llegada del Salvador prometido. Cada etapa es como una pieza de un mosaico gigantesco que solo cobra pleno sentido cuando contemplamos la imagen completa.
¿Por Qué Es Importante Conocer la Historia de la Salvación?
Para el cristiano moderno, sumergido en un mundo que a menudo parece carecer de sentido, comprender la Historia de la Salvación es descubrir que tu vida tiene un propósito eterno. No eres producto del azar: formas parte de un plan divino que comenzó antes de la fundación del mundo y que culminará en la gloria eterna.
Como señala el Concilio Vaticano II en la constitución Dei Verbum: “Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, desde el principio a nuestros primeros padres” (DV 3).
Etapa 1: Creación y Orígenes – Cuando Dios Dijo “Hagamos al Hombre”
Cronología: Los orígenes de todo
Textos clave: Génesis 1-11
Tradición literaria: Base para todas las tradiciones posteriores
El Proyecto Original de Dios
Imagina por un momento que pudieras presenciar el momento más extraordinario de toda la historia: cuando Dios decide crear no solo el universo, sino crear seres capaces de conocerlo, amarlo y ser felices con Él para siempre. Este es el punto de partida de la Historia de la Salvación.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1,1)
No estamos ante un relato científico sobre el origen del cosmos, sino ante una revelación teológica profundísima. El Catecismo nos explica: “La creación es el fundamento de todos los designios salvíficos de Dios” (CIC 280). Desde el primer versículo de la Biblia, descubrimos que todo tiene origen en el amor de Dios.
Adán y Eva: La Vocación Original del Ser Humano
Cuando Dios dice “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn 1,26), está revelando algo extraordinario: el ser humano no es una creatura más, sino el único ser en toda la creación capaz de entrar en diálogo personal con su Creador.
Los primeros capítulos del Génesis nos muestran el estado original de la humanidad:
- Intimidad con Dios: Adán y Eva paseaban con Dios al atardecer (Gn 3,8)
- Armonía entre ellos: “Estaban ambos desnudos… y no se avergonzaban” (Gn 2,25)
- Dominio responsable sobre la creación: Llamados a “cultivar y cuidar” el jardín (Gn 2,15)
El Drama del Pecado Original
Pero entonces sucede lo impensable. La serpiente, símbolo del mal y la mentira, sussurra las palabras más destructivas de la historia: “Seréis como dioses” (Gn 3,5). El pecado original no es simplemente desobediencia a una norma; es el rechazo del plan de amor de Dios, el intento de ser feliz sin Él.
Las consecuencias son inmediatas y devastadoras:
- Se rompe la intimidad con Dios: Adán y Eva se esconden
- Se deterioran las relaciones humanas: comienzan las acusaciones mutuas
- La creación se vuelve hostil: la tierra producirá “espinos y cardos” (Gn 3,18)
La Primera Promesa de Salvación
Pero aquí está la maravilla: en el momento más oscuro de la historia humana, Dios pronuncia la primera promesa de salvación. Dirigiéndose a la serpiente, dice:
“Pongo enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje; él te pisará la cabeza mientras tú le picas el talón” (Gn 3,15)
Los Padres de la Iglesia llamaron a este versículo el “Protoevangelio” – el primer evangelio – porque contiene en germen toda la Historia de la Salvación que está por venir. La “mujer” prefigura a María; su “linaje” es Cristo, quien vencerá definitivamente al mal.
Caín y Abel: Las Dos Ciudades
La historia de Caín y Abel (Gn 4) nos muestra cómo el pecado se extiende rápidamente. Caín, movido por la envidia, comete el primer asesinato. Pero incluso aquí, Dios muestra su misericordia poniéndole una señal protectora.
San Agustín vio en estos dos hermanos el símbolo de las dos ciudades que coexistirán hasta el fin de los tiempos: la ciudad terrena (representada por Caín) que busca la gloria humana, y la ciudad de Dios (representada por Abel) que busca la gloria divina.
Noé: El Nuevo Comienzo
La historia del diluvio y Noé (Gn 6-9) representa el juicio de Dios sobre el pecado, pero también su misericordia salvadora. Noé es el primer “justo” que encontramos después de la caída, prefigurando a Cristo como el nuevo Adán que salvará a la humanidad.
El arco iris que aparece después del diluvio es signo de la primera alianza explícita que Dios establece con la humanidad: “No volveré jamás a maldecir el suelo por causa del hombre… Mientras dure la tierra, sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán” (Gn 8,21-22).
Reflexión espiritual: Esta primera etapa nos enseña que, desde el principio, Dios tenía un plan de salvación. Cada vez que pecamos y nos alejamos de Él, podemos recordar que Su amor es más fuerte que nuestras caídas. Como cantaba el salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 23,4).
Etapa 2: Período Patriarcal – La Fe de Abraham Que Cambió la Historia
Cronología: 1850-1650 a.C.
Textos clave: Génesis 12-50
Tradición literaria: Tradiciones orales que se conservarán por siglos
Personajes clave: Abraham, Isaac, Jacob, José
La Llamada de Abraham: El Primer “Sí” que Abrió el Futuro
Después de las historias universales de los primeros capítulos del Génesis, Dios cambia de estrategia. En lugar de dirigirse a toda la humanidad, elige a un hombre específico para ser el inicio de un pueblo que será bendición para todas las naciones.
“Vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Gn 12,1-2)
Abraham tenía 75 años cuando recibió esta llamada. Humanamente hablando, ya era tarde para grandes aventuras. Pero la fe no conoce de imposibles. Como nos recuerda San Pablo: “Esperando contra toda esperanza, creyó, para llegar a ser padre de muchedumbres de pueblos” (Rom 4,18).
Las Tres Promesas Fundamentales
Dios hace a Abraham tres promesas que se convertirán en el hilo conductor de toda la Historia de la Salvación:
- Promesa de tierra: “A tu descendencia daré esta tierra” (Gn 12,7)
- Promesa de descendencia: “Haré tu descendencia como el polvo de la tierra” (Gn 13,16)
- Promesa de bendición universal: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gn 12,3)
El Catecismo nos enseña que estas promesas “constituyen el punto de partida de la historia de la salvación” (CIC 59). Son promesas que parecen imposibles: Abraham y Sara son estériles y ancianos, son nómadas sin tierra propia, y son solo dos personas frente a la inmensidad de las naciones. Pero Dios hace posible lo imposible.
Isaac: El Hijo de la Promesa
Cuando Sara concibe a Isaac a los 90 años, se demuestra que “para Dios no hay nada imposible” (Lc 1,37). Pero la fe de Abraham será puesta a prueba de la manera más dramática: Dios le pide que sacrifique a Isaac, el hijo de la promesa (Gn 22).
Este episodio, conocido como el “sacrificio de Isaac”, es una de las páginas más profundas de toda la Biblia. Abraham obedece, confiando en que Dios puede resucitar incluso a los muertos (Heb 11,19). En el último momento, Dios provee un carnero para el sacrificio.
Los Padres de la Iglesia vieron en este episodio una prefiguración del sacrificio de Cristo: el Padre que entrega a su Hijo único por la salvación del mundo. Isaac, cargando la leña para el sacrificio, prefigura a Jesús cargando la cruz.
Jacob: El Luchador con Dios
Jacob, el hijo menor de Isaac, representa al hombre que lucha con Dios y con los hombres. Su vida está marcada por engaños y conflictos, pero también por encuentros místicos extraordinarios.
En Betel, Jacob sueña con una escalera que conecta el cielo y la tierra, con ángeles que suben y bajan (Gn 28,10-22). Jesús se identificará más tarde con esta escalera: “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (Jn 1,51).
Pero el momento cumbre de la vida de Jacob es su lucha nocturna con el ángel junto al río Yaboc (Gn 32,23-33). Esta lucha misteriosa representa la lucha espiritual de todo creyente. Jacob sale del combate herido pero bendecido, con un nuevo nombre: Israel (“el que lucha con Dios”).
José: La Providencia de Dios en Acción
La historia de José (Gn 37-50) es una novela perfecta sobre cómo Dios puede escribir derecho en renglones torcidos. Vendido como esclavo por sus propios hermanos, José termina siendo el segundo hombre más poderoso de Egipto y el salvador de su familia durante la hambruna.
Las palabras de José a sus hermanos resumen toda la teología de la Providencia: “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo pensó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener en vida a un pueblo numeroso” (Gn 50,20).
José es figura de Cristo en múltiples aspectos:
- Es el hijo amado del padre
- Es rechazado y vendido por los suyos
- Sufre injustamente pero perdona
- Se convierte en salvador de muchos pueblos
Las Tradiciones Orales: La Fe Se Transmite de Generación en Generación
Durante este período se forman las tradiciones orales que conservarán la memoria de estas historias fundacionales. Alrededor del fuego, en las tiendas de los nómadas, padres y madres contarán una y otra vez estas historias a sus hijos.
No son simples leyendas familiares, sino testimonios de fe sobre cómo Dios actúa en la historia. Cada relato enseña algo fundamental sobre el carácter de Dios: es fiel a sus promesas, es misericordioso con los pecadores, puede hacer fértil lo estéril, puede dar vida donde hay muerte.
El Silencio de Dios: Los Años Oscuros en Egipto
El libro del Génesis termina con los hijos de Israel establecidos en Egipto. Pero luego viene un silencio de casi 400 años (1650-1250 a.C.). La Biblia no nos cuenta qué pasó durante este tiempo, pero podemos imaginar que fueron años de prueba.
Los descendientes de Abraham crecieron hasta convertirse en un pueblo numeroso, pero también se convirtieron en esclavos. ¿Dónde estaba Dios? ¿Se había olvidado de sus promesas? Este silencio prepara la gran revelación que vendrá en la siguiente etapa.
Reflexión espiritual: La fe de los patriarcas nos enseña que seguir a Dios a menudo significa caminar en la oscuridad, confiando únicamente en su palabra. Como Abraham, estamos llamados a salir de nuestras seguridades humanas para confiar en las promesas divinas. En los momentos de silencio de Dios en nuestras vidas, podemos recordar que Él siempre cumple lo que promete, aunque a menudo de maneras que superan nuestras expectativas.
Etapa 3: Éxodo, Liberación, Alianza y Desierto – El Nacimiento de un Pueblo
Cronología: 1250-1230 a.C.
Textos clave: Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio
Tradición literaria: Se pone por escrito la Alianza fundamental
Personajes clave: Moisés, Aarón, el pueblo de Israel
Moisés: El Libertador Elegido por Dios
Después de 400 años de silencio, Dios irrumpe de nuevo en la historia humana de manera espectacular. Los descendientes de Abraham se han convertido en una multitud de esclavos oprimidos en Egipto. Su situación parece desesperante, pero Dios no olvida sus promesas.
“He visto la opresión de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos” (Ex 3,7-8)
La vocación de Moisés junto a la zarza ardiente (Ex 3) marca un momento decisivo en la Historia de la Salvación. Por primera vez, Dios revela su nombre personal: YHWH (“Yo soy el que soy”). Como enseña el Catecismo: “Al revelar su nombre misterioso de YHWH, ‘Yo soy el que soy’, Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar” (CIC 203).
Este nombre revela que Dios no es una idea abstracta o una fuerza cósmica impersonal, sino el Dios vivo que entra en la historia para salvar a su pueblo. Es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob que se hace presente de manera nueva.
Las Diez Plagas: El Enfrentamiento entre Dios y los Ídolos
Las diez plagas de Egipto (Ex 7-12) no son simplemente castigos divinos, sino una demostración teológica de que YHWH es superior a todos los dioses de Egipto. Cada plaga golpea una divinidad egipcia específica:
- La plaga de sangre golpea al Nilo, considerado dios
- Las ranas atacan a la diosa Heqet, representada como rana
- La plaga de tinieblas humilla a Ra, el dios sol
- La muerte de los primogénitos vence al mismo Faraón, considerado hijo de Ra
El mensaje es claro: solo YHWH es Dios. Los ídolos no pueden salvar; solo el Dios verdadero tiene poder para liberar.
La Pascua: El Memorial de la Liberación
La institución de la Pascua (Ex 12) será el evento más importante del calendario judío y prefigura la Eucaristía cristiana. El cordero pascual, cuya sangre protege a los israelitas de la muerte, es figura de Cristo, el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,29).
La orden divina es clara: “Este día os será memorable, y lo celebraréis como fiesta solemne para YHWH durante vuestras generaciones; lo celebraréis como estatuto perpetuo” (Ex 12,14). La Pascua se convierte en el sacramento de la liberación, el memorial que actualiza la salvación en cada generación.
El Paso del Mar Rojo: El Bautismo del Pueblo
El paso del Mar Rojo (Ex 14) es el clímax del Éxodo. Atrapados entre el mar y el ejército egipcio, los israelitas experimentan el terror absoluto. Pero Moisés proclama: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que YHWH hará hoy con vosotros” (Ex 14,13).
El milagro del mar que se abre prefigura el bautismo cristiano. San Pablo lo explica claramente: “Todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar” (1 Cor 10,2). Es un paso de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de la desesperanza a la esperanza.
La Alianza del Sinaí: La Constitución del Pueblo de Dios
Tres meses después de salir de Egipto, el pueblo llega al monte Sinaí, donde se produce el evento más importante de toda la historia de Israel: la Alianza.
Dios propone a Israel un pacto: “Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos… seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19,5-6).
Los Diez Mandamientos (Ex 20,1-17) no son reglas arbitrarias, sino la constitución moral del pueblo de Dios. El Catecismo enseña: “Los Diez Mandamientos pertenecen a la revelación de Dios. Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre” (CIC 2070).
El Becerro de Oro: La Primera Infidelidad
Mientras Moisés recibe las tablas de la Ley en el monte, el pueblo construye un becerro de oro y lo adora (Ex 32). Es la primera gran infidelidad a la Alianza, pero también revela algo fundamental: la misericordia de Dios es más grande que el pecado humano.
Moisés intercede por el pueblo y Dios perdona. Más aún, revela su nombre con una proclamación que será el credo de misericordia de todo el Antiguo Testamento:
“YHWH, YHWH, Dios misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia y verdad” (Ex 34,6)
Los Cuarenta Años en el Desierto: La Escuela de la Fe
El desierto no es simplemente un lugar geográfico, sino un símbolo teológico. Es el lugar del encuentro íntimo con Dios, pero también de la prueba y purificación. Como dice el profeta Oseas: “La llevaré al desierto y hablaré a su corazón” (Os 2,16).
Durante estos 40 años, Dios cuida providencialmente a su pueblo:
- El maná: el pan del cielo que prefigura la Eucaristía
- El agua de la roca: imagen de Cristo, la roca espiritual (1 Cor 10,4)
- La columna de nube y fuego: signo de la presencia divina
Pero el pueblo murmura constantemente. El desierto revela el corazón humano: capable de grandes gestos de fe, pero también de constantes infidelidades.
Las Tradiciones Literarias: Nacen los Textos Sagrados
Durante este período se pone por escrito la Alianza fundamental. Los especialistas identifican aquí el núcleo de lo que luego serán las grandes tradiciones bíblicas:
- Tradición Yahvista (J): Subraya la intimidad de Dios con su pueblo
- Tradición Elohísta (E): Enfatiza la trascendencia y santidad divina
- Tradición Deuteronómica (D): Insiste en la fidelidad a la Alianza
- Tradición Sacerdotal (P): Desarrolla las leyes litúrgicas y cultuales
Moisés: El Profeta como Ningún Otro
La figura de Moisés domina esta etapa. Es el mediador de la Alianza, el legislador, el profeta, el pastor del pueblo. Como dice Deuteronomio: “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido YHWH cara a cara” (Dt 34,10).
Moisés es figura de Cristo como mediador entre Dios y los hombres. Pero a diferencia de Cristo, Moisés no puede entrar en la Tierra Prometida. Ve desde lejos la meta, pero no puede alcanzarla. Solo Cristo, el nuevo Moisés, nos conducirá definitivamente a la verdadera Tierra Prometida del cielo.
Reflexión espiritual: El Éxodo nos enseña que Dios escucha el clamor de los oprimidos y que tiene poder para liberarnos de cualquier esclavitud. En nuestra vida espiritual, todos tenemos “Egiptos” de los que necesitamos ser liberados: pecados, adicciones, miedos, resentimientos. Dios quiere conducirnos por el desierto de la purificación hasta la libertad de los hijos de Dios. Como el pueblo en el desierto, necesitamos aprender a confiar en su providencia día a día.
Etapa 4: Conquista y Jueces – La Tierra Prometida y los Ciclos de Infidelidad
Cronología: 1230-1030 a.C.
Textos clave: Josué, Jueces, 1 Samuel 1-7
Tradición literaria: Copia y actualización de la Alianza
Personajes clave: Josué, los Jueces, Samuel
Josué: El Sucesor de Moisés
Con la muerte de Moisés, pareciera que la Historia de la Salvación llega a un punto muerto. ¿Quién puede suceder al gran profeta? Pero Dios ya ha preparado a Josué, cuyo nombre significa “YHWH salva” (la forma hebrea de “Jesús”).
La primera orden que Dios da a Josué es reveladora: “Esfuérzate y sé valiente; no temas ni desmayes, porque YHWH tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos 1,9). La conquista de la Tierra Prometida no será una empresa meramente militar, sino un acto de fe en las promesas divinas.
El Paso del Jordán: Un Nuevo Éxodo
El paso del río Jordán (Jos 3-4) reproduce de manera simbólica el paso del Mar Rojo. El arca de la alianza, llevada por los sacerdotes, santifica las aguas y el pueblo pasa en seco. Es una señal de que el mismo Dios que liberó a los padres en Egipto está presente con la nueva generación.
Josué ordena erigir doce piedras como memorial del prodigio: “Para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras?” (Jos 4,6). La fe se transmite a través de memoriales tangibles que despiertan la pregunta en las nuevas generaciones.
Jericó: La Primera Victoria de la Fe
La conquista de Jericó (Jos 6) es paradigmática de toda la teología de la conquista. Las murallas no caen por la fuerza militar, sino por la obediencia a un plan divino aparentemente absurdo: dar vueltas alrededor de la ciudad durante siete días, llevando el arca de la alianza y tocando cuernos de carnero.
La Carta a los Hebreos comenta: “Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días” (Heb 11,30). Es una lección permanente: las victorias de Dios se obtienen por la fe, no por el poder humano.
El Reparto de la Tierra: Cumplimiento de la Promesa
El reparto de la tierra entre las doce tribus (Jos 13-21) marca el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham 700 años antes. Cada tribu recibe su heredad, excepto los levitas, cuya heredad es el mismo YHWH (Jos 13,33).
Este reparto no es simplemente una distribución territorial, sino un acto teológico. La tierra es don gratuito de Dios, no conquista humana. Por eso la ley establecerá el año del jubileo cada 50 años, cuando las tierras vuelven a sus propietarios originales: para recordar que la verdadera dueña de la tierra es Dios.
La Época de los Jueces: El Ciclo de la Infidelidad
Después de Josué, Israel vive uno de los períodos más turbulentos de su historia. Sin un liderazgo centralizado, las tribus caen repetidamente en el mismo ciclo destructivo que el libro de los Jueces describe con precisión quirúrgica:
- Pecado: “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de YHWH”
- Castigo: Dios permite que enemigos opriman a Israel
- Clamor: En su angustia, el pueblo clama a YHWH
- Liberación: Dios suscita un juez que libera al pueblo
- Paz temporal: Mientras vive el juez, hay tranquilidad
- Vuelta al pecado: Al morir el juez, se repite el ciclo
Este patrón se repite una y otra vez, revelando tanto la infidelidad humana como la fidelidad divina. Como señala el mismo libro: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jue 21,25).
Los Grandes Jueces: Libertadores Imperfectos
Los jueces son figuras carismáticas que Dios suscita para liberar a su pueblo, pero también son hombres y mujeres con defectos humanos evidentes:
Débora (Jue 4-5): La única mujer juez, profetisa y militar que libera a Israel con la ayuda de Yaél. Su cántico de victoria es uno de los textos más antiguos de la Biblia.
Gedeón (Jue 6-8): Llamado por un ángel cuando estaba escondido trillando trigo. Dios le ordena reducir su ejército de 32,000 a solo 300 hombres para que quede claro que “la salvación viene de YHWH” (Jue 7,2).
Sansón (Jue 13-16): El juez más famoso pero también el más trágico. Dotado de fuerza sobrenatural, es traicionado por Dalila y muere destruyendo el templo filisteo. Su vida muestra cómo Dios puede usar incluso a personas profundamente imperfectas.
Samuel: El Último Juez y Primer Profeta
Samuel marca la transición entre la época de los jueces y la monarquía. Su nacimiento es milagroso: Ana, su madre estéril, lo concibe después de orar fervientemente en el santuario de Silo (1 Sm 1).
El cántico de Ana (1 Sm 2,1-10) prefigura el Magnificat de María: ambas mujeres alaban a Dios que “humilla a los soberbios y ensalza a los humildes”. Samuel será el último juez, pero también el primer profeta de la nueva época que se avecina.
El Arca de la Alianza: La Presencia de Dios entre Su Pueblo
Durante toda esta época, el arca de la alianza representa la presencia real de YHWH en medio de su pueblo. Cuando los filisteos la capturan (1 Sm 4), es una catástrofe nacional. Pero el arca se defiende sola: la estatua del dios Dagón cae destrozada ante ella (1 Sm 5).
El arca es figura de María, quien llevará en su seno al verdadero Emmanuel, “Dios con nosotros”. También prefigura el sagrario donde Cristo se hace presente en la Eucaristía.
Las Tradiciones Literarias: Se Actualiza la Alianza
Durante este período se actualiza la Alianza para las nuevas circunstancias. Ya no son nómadas en el desierto, sino agricultores y ganaderos establecidos en la tierra. Las leyes se adaptan, pero los principios fundamentales permanecen.
Lecciones Espirituales de la Época de los Jueces
Esta etapa enseña verdades espirituales fundamentales:
- La libertad humana: Dios no fuerza la fidelidad; respeta nuestra capacidad de elegir el bien o el mal
- Las consecuencias del pecado: Alejarse de Dios siempre trae sufrimiento
- La misericordia divina: Por más que el pueblo falle, Dios siempre está dispuesto a perdonar y liberar
- La necesidad de liderazgo espiritual: Sin guías espirituales, el pueblo se desvía fácilmente
Reflexión espiritual: Los ciclos de infidelidad de la época de los jueces son un espejo de nuestras propias vidas espirituales. ¿Cuántas veces caemos en los mismos pecados, experimentamos sus consecuencias dolorosas, clamamos a Dios, recibimos su perdón y liberación, solo para volver a caer después? Esta etapa nos enseña que Dios es infinitamente paciente con nuestras debilidades, pero también nos llama a crecer en la fidelidad. Como dice San Pablo: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Flp 1,6).
Etapa 5: Monarquía Unida – El Esplendor y las Sombras del Reino de David
Cronología: 1030-931 a.C.
Textos clave: 1 Samuel 8 – 1 Reyes 11; 1-2 Crónicas
Tradición literaria: Tradición Yahvista (J), Historia de la sucesión de David
Personajes clave: Saúl, David, Salomón, Samuel, Natán
Samuel y la Crisis de la Monarquía
Al final de su vida, el gran juez Samuel enfrenta una crisis que cambiará para siempre la historia de Israel. Sus hijos, puestos como jueces, se corrompen y pervierten la justicia (1 Sm 8,3). Los ancianos del pueblo vienen con una petición que debe haber roto el corazón del anciano profeta:
“Danos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Sm 8,5)
La petición parece razonable, pero esconde una crisis de fe profunda. Israel fue llamado a ser diferente a las naciones, a tener solo a YHWH como rey. Pedir un rey humano es, en cierto sentido, un rechazo del señorío de Dios.
Samuel se siente dolido, pero Dios le revela la verdad más profunda: “No te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Sm 8,7). Sin embargo, en su misericordia, Dios accede a la petición pero advierte sobre las consecuencias.
Saúl: El Rey Según el Corazón del Pueblo
Saúl representa al rey ideal desde la perspectiva humana: alto, apuesto, valiente en la batalla. Su unción por parte de Samuel marca el nacimiento de la monarquía israelita (1 Sm 10,1). Al principio, Saúl es un rey carismático que libera a Israel de sus enemigos.
Pero pronto aparecen las grietas en su carácter. En dos ocasiones cruciales, Saúl desobedece las órdenes explícitas de Dios:
- Ofrece sacrificios sin esperar a Samuel (1 Sm 13,8-14)
- No destruye completamente a los amalecitas como había ordenado Dios (1 Sm 15)
La respuesta de Samuel es tajante: “La obediencia vale más que los sacrificios” (1 Sm 15,22). Saúl es rechazado como rey, y desde ese momento el espíritu de YHWH se aparta de él (1 Sm 16,14).
David: El Rey Según el Corazón de Dios
Mientras Saúl aún reina, Dios ya ha elegido a su sucesor. En la casa de Jesé, en Belén, Samuel debe ungir al futuro rey. Cuando ve a Eliab, el hermano mayor, piensa que debe ser él por su aspecto imponente. Pero Dios le enseña una lección fundamental:
“No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura… porque YHWH no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero YHWH mira el corazón” (1 Sm 16,7)
David, el menor de los hermanos, pastor de ovejas, es ungido como futuro rey. La descripción es reveladora: “Era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer” (1 Sm 16,12). Pero lo más importante es que Dios lo ve como “un varón conforme a mi corazón” (1 Sm 13,14).
David y Goliat: La Victoria de la Fe
El episodio de David y Goliat (1 Sm 17) es mucho más que la historia de un joven valiente. Es un combate teológico entre la fe en YHWH y la confianza en el poder humano.
Goliat representa todo lo que impresiona humanamente: más de tres metros de altura, armadura completa, lanza como asta de tejedor. David viene con cinco piedras lisas y la convicción absoluta de que “la batalla es de YHWH” (1 Sm 17,47).
Cuando David derriba al gigante, no es solo la victoria de Israel sobre los filisteos; es la demostración de que Dios usa lo débil del mundo para confundir a lo fuerte (1 Cor 1,27).
La Amistad con Jonatán y la Persecución de Saúl
La amistad entre David y Jonatán (1 Sm 18-20) es una de las más hermosas de toda la Biblia. Jonatán, heredero legítimo del trono, reconoce que David es el elegido de Dios y renuncia a sus derechos dinásticos por amor a su amigo.
Mientras tanto, Saúl desarrolla una obsesión destructiva contra David. Los celos lo consumen hasta el punto de intentar matarlo repetidamente. David tiene dos oportunidades de matar a Saúl (1 Sm 24 y 26), pero se niega porque respeta al ungido de YHWH.
David Rey: La Unificación del Reino
Después de la muerte de Saúl en el monte Gilboa, David es proclamado rey, primero en Judá (2 Sm 2,4) y luego en todo Israel (2 Sm 5,3). Su primera gran decisión política es conquistar Jerusalén y convertirla en su capital (2 Sm 5,6-10).
Jerusalén es una elección genial: situada en la frontera entre el norte y el sur, no pertenece a ninguna tribu específica. Será la “Ciudad de David”, neutral y unificadora. Pero la decisión más importante es trasladar el arca de la alianza a Jerusalén (2 Sm 6).
El traslado del arca es una procesión litúrgica extraordinaria. David, vestido con efod de lino, “danzaba con todas sus fuerzas delante de YHWH” (2 Sm 6,14). Su esposa Mical lo critica por considerarlo indigno de un rey, pero David responde que está dispuesto a humillarse aún más “por causa de YHWH” (2 Sm 6,21).
La Promesa Dinástica: El Mesianismo Davídico
El momento cumbre del reinado de David es la promesa dinástica que Dios le hace a través del profeta Natán (2 Sm 7). David desea construir una casa (templo) para YHWH, pero Dios invierte los términos: Él construirá una casa (dinastía) para David.
“Y cuando tus días sean cumplidos… yo levantaré después de ti a uno de tu linaje… y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo estableceré para siempre el trono de su reino” (2 Sm 7,12-13)
Esta promesa se convierte en el fundamento del mesianismo bíblico. El Mesías esperado será “hijo de David”, y su reino no tendrá fin. El Nuevo Testamento verá en Jesús el cumplimiento definitivo de esta promesa.
El Pecado de David: La Fragilidad del Rey
En la cúspide de su poder, David comete el pecado más grave de su vida: el adulterio con Betsabé y el asesinato encubierto de su esposo Urías (2 Sm 11). Es una demostración dramática de que ningún ser humano, por muy elegido que sea, está libre de la tentación.
La confrontación del profeta Natán con David (2 Sm 12) es una de las páginas más hermosas sobre el arrepentimiento sincero. A través de una parábola sobre un hombre rico que roba la única oveja de un pobre, Natán lleva a David a condenarse a sí mismo.
Cuando David exclama: “Vive YHWH, que el que tal hizo es digno de muerte”, Natán responde con palabras que deben haber atravesado el corazón del rey como una espada: “Tú eres aquel hombre” (2 Sm 12,5.7).
La respuesta inmediata de David revela la grandeza de su alma: “Pequé contra YHWH” (2 Sm 12,13). No busca excusas ni justificaciones. Su arrepentimiento se expresa en el Salmo 51, la oración penitencial más hermosa de toda la Biblia:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones… Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal 51,1.10)
Salomón: La Sabiduría y la Prosperidad
Salomón hereda un reino próspero y en paz. Su reinado marca la edad de oro de Israel en términos de prosperidad material y prestigio internacional. Su petición de sabiduría para gobernar (1 Re 3,5-14) agrada tanto a Dios que le concede también riquezas y honor.
El Templo de Jerusalén, construido por Salomón (1 Re 6-8), es la realización del sueño de David. No es simplemente un edificio magnífico, sino la casa de Dios en la tierra, el lugar donde el cielo y la tierra se encuentran.
La oración de dedicación del templo (1 Re 8,22-53) es una de las más hermosas de toda la Biblia. Salomón reconoce que “los cielos, y los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1 Re 8,27). El templo no contiene a Dios, sino que es el lugar donde Dios hace habitar su Nombre.
Las Sombras del Reino: Los Peligros de la Prosperidad
Pero la prosperidad de Salomón también trae peligros espirituales. Para mantener su ejército y sus construcciones, impone tributos pesados al pueblo, especialmente a las tribus del norte. Peor aún, para sellar alianzas políticas, se casa con princesas extranjeras que traen consigo sus dioses paganos.
Al final de su vida, Salomón “siguió a Astarté, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas” (1 Re 11,5). El rey más sabio de la historia cae en la idolatría, demostrando que la sabiduría humana sin fidelidad a Dios conduce al desastre.
Las Tradiciones Literarias: Nace la Literatura Bíblica
Durante la monarquía unida se desarrolla la tradición yahvista (J), probablemente en la corte de Salomón. Esta tradición presenta a Dios de manera cercana y familiar, enfatizando su misericordia y paciencia.
También se compone la “Historia de la sucesión de David” (2 Sm 9-20; 1 Re 1-2), considerada por muchos como la primera obra maestra de la literatura hebrea. Es un relato psicológicamente profundo sobre el poder, la ambición, el amor y la traición en la corte real.
Reflexión espiritual: La monarquía unida nos enseña que Dios puede usar instituciones humanas imperfectas para realizar su plan de salvación. David, a pesar de sus pecados, es “el rey según el corazón de Dios” porque siempre está dispuesto al arrepentimiento y la conversión. Salomón nos muestra que ni la sabiduría ni la prosperidad nos protegen de la tentación si no permanecemos fieles a Dios. En nuestras propias vidas, podemos ser “reyes” en nuestros pequeños dominios (familia, trabajo, comunidad), pero necesitamos recordar constantemente que el verdadero Rey es Cristo, y que todo poder humano debe estar al servicio de su Reino.
Etapa 6: División de los Reinos – Profetas de Fuego en Tiempos de Crisis
Cronología: 931-586 a.C.
Textos clave: 1 Reyes 12 – 2 Reyes 25; 2 Crónicas 10-36
Tradición literaria: Tradición Elohísta (E), Tradición Deuteronómica (D), Profetismo clásico
Personajes clave: Profetas Elías, Eliseo, Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías
El Cisma: Cuando el Reino se Parte en Dos
La muerte de Salomón en el 931 a.C. marca el fin de la edad dorada de Israel. Su hijo Roboam hereda no solo el trono, sino también el resentimiento acumulado por los pesados tributos impuestos por su padre.
Cuando las tribus del norte piden alivio fiscal, Roboam, aconsejado por jóvenes inexpertos, responde con arrogancia: “Mi padre os cargó con yugo pesado, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, y yo os castigaré con escorpiones” (1 Re 12,14).
La respuesta del pueblo es inmediata y devastadora: “¡Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos heredad en el hijo de Isaí! ¡Israel, a tus tiendas!” (1 Re 12,16). En un solo día, el reino unido se desploma y se divide en dos:
- Reino de Israel (Norte): Diez tribus, capital en Samaria
- Reino de Judá (Sur): Dos tribus, capital en Jerusalén
El Reino del Norte: Jeroboam y el Pecado Original
Jeroboam, primer rey del norte, enfrenta un dilema político-religioso: si su pueblo sigue yendo a Jerusalén para las fiestas religiosas, podrían reconciliarse con la dinastía davídica. Su solución es crear un culto alternativo:
“Harto habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto” (1 Re 12,28)
Construye dos becerros de oro, uno en Betel y otro en Dan, repitiendo el pecado del desierto. Este será conocido como “el pecado de Jeroboam”, y todos los reyes del norte serán juzgados por seguir o no este mal ejemplo.
La tragedia del reino del norte es que ninguno de sus 19 reyes será fiel a YHWH. Todos perpetúan la infidelidad religiosa que llevará, inevitablemente, a la destrucción del reino.
Elías: El Profeta de Fuego
En la época más oscura del reino del norte surge una figura extraordinaria: Elías el Tisbita. Aparece súbitamente en la historia durante el reinado de Acab y Jezabel, cuando el culto a Baal amenaza con extinguir completamente la fe en YHWH.
Su primera aparición es dramática: anuncia una sequía que durará hasta que él mismo la termine (1 Re 17,1). No es un castigo arbitrario, sino una demostración teológica: Baal era considerado el dios de la lluvia y la fertilidad. Si YHWH puede controlar la lluvia, ¿quién es realmente Dios?
El Combate del Monte Carmelo: ¿Quién Es el Verdadero Dios?
El enfrentamiento en el monte Carmelo (1 Re 18) es uno de los episodios más dramáticos de toda la Biblia. Elías desafía a 450 profetas de Baal a una prueba de fuego: el dios que responda con fuego del cielo será reconocido como el verdadero Dios.
Los profetas de Baal gritan, danzan y se hieren desde la mañana hasta la tarde, pero no hay respuesta. Elías se burla de ellos con ironía mordaz: “Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle” (1 Re 18,27).
Cuando llega el turno de Elías, hace algo aparentemente contradictorio: empapa el altar con agua hasta llenarlo de agua alrededor. Luego ora con palabras sencillas pero poderosas:
“YHWH, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo” (1 Re 18,36)
El fuego de YHWH desciende y consume no solo el holocausto, sino también la leña, las piedras, el polvo y hasta el agua del derredor. La respuesta del pueblo es unánime: “¡YHWH es el Dios! ¡YHWH es el Dios!” (1 Re 18,39).
Eliseo: El Profeta de los Milagros
Eliseo, discípulo y sucesor de Elías, recibe una doble porción del espíritu de su maestro (2 Re 2,9). Su ministerio está marcado por numerosos milagros que muestran la cercanía de Dios con los pobres y necesitados:
- Multiplica el aceite de una viuda pobre (2 Re 4,1-7)
- Resucita al hijo de la sunamita (2 Re 4,18-37)
- Cura la lepra de Naamán el sirio (2 Re 5)
Estos milagros prefiguran los de Jesús, mostrando que el Reino de Dios es buena noticia especialmente para los marginados.
El Profetismo Clásico: La Voz de Dios en Tiempos de Crisis
Durante esta época surge el profetismo clásico: profetas que no solo actúan sino que dejan por escrito sus oráculos. Son la conciencia crítica de Israel, denunciando los pecados del pueblo y anunciando el juicio divino, pero también proclamando esperanza y restauración.
Amós: El Grito por la Justicia Social
Amós, pastor de Tecoa, es enviado al próspero reino del norte durante el reinado de Jeroboam II (s. VIII a.C.). Su mensaje es revolucionario: la prosperidad económica sin justicia social es abominación ante Dios.
“Buscad el bien, y no el mal, para que viváis… Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio” (Am 5,14-15)
Amós denuncia específicamente:
- La explotación de los pobres: “Vendéis por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos” (Am 2,6)
- La corrupción judicial: “Aborrecen en la puerta al que reprende, y al que habla lo recto abominan” (Am 5,10)
- El lujo desmedido: “Duermen en camas de marfil… beben vino en tazones” (Am 6,4-6)
Su famoso oráculo resume toda la teología profética: “Fluya el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (Am 5,24).
Oseas: El Amor de Dios Es Más Fuerte que la Infidelidad
Oseas vive una tragedia personal que se convierte en parábola viviente del amor de Dios por Israel. Su esposa Gomer lo abandona por otros hombres, pero Dios le ordena seguir amándola y recuperarla (Os 1-3).
Esta experiencia dolorosa le revela el corazón de Dios: Israel ha sido infiel como una esposa adúltera, pero YHWH sigue amándola con amor indestructible:
“Te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia” (Os 2,19)
Oseas introduce la metáfora matrimonial para describir la relación entre Dios e Israel, que será desarrollada por profetas posteriores y culminará en el Cantar de los Cantares y en el Nuevo Testamento.
El Reino del Sur: Isaías y la Teología de Sión
En el reino de Judá, durante el reinado de Ezequías, surge Isaías, quizás el más grande de todos los profetas. Su vocación en el templo (Is 6) es una de las visiones más sublimes de toda la Biblia:
“Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (Is 6,1)
Los serafines proclaman la santidad de Dios: “Santo, santo, santo, YHWH de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Is 6,3). Isaías, consciente de su indignidad, es purificado con un carbón encendido y acepta la misión profética.
Las Profecías Mesiánicas de Isaías
Isaías desarrolla la teología mesiánica más rica del Antiguo Testamento. Sus profecías sobre el Mesías esperado serán fundamentales para la comprensión cristiana de Jesús:
- El Emmanuel: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Is 7,14)
- El Príncipe de Paz: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado… y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Is 9,6)
- El Siervo Sufriente: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is 53,3)
Jeremías: El Profeta del Corazón Nuevo
Jeremías profetiza durante los últimos años del reino de Judá, cuando el imperio babilónico amenaza con destruir todo. Su mensaje es doloroso pero necesario: el juicio de Dios es inevitable debido a la persistente infidelidad del pueblo.
Pero Jeremías también anuncia la nueva alianza que Dios establecerá:
“Haré nuevo pacto con la casa de Israel… Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jer 31,31-33)
Esta profecía será fundamental para la comprensión cristiana de la Eucaristía como la nueva alianza en la sangre de Cristo.
La Caída de Samaria (722 a.C.) y Jerusalén (586 a.C.)
Los asirios destruyen el reino del norte en el 722 a.C., deportando a las diez tribus que se pierden en la historia. El reino de Judá sobrevive 136 años más, pero finalmente sucumbe ante los babilonios.
En el 586 a.C., Nabucodonosor destruye Jerusalén y su templo, deporta a la élite a Babilonia y termina con la monarquía davídica. Es el final de una era y aparentemente el fracaso del plan de salvación.
La Tradición Deuteronómica: Interpretando la Historia
Durante esta época se desarrolla la tradición deuteronómica, que interpreta toda la historia de Israel desde la perspectiva de la fidelidad o infidelidad a la alianza. Esta tradición explica las catástrofes nacionales como consecuencia del pecado, pero mantiene la esperanza en la misericordia divina.
Reflexión espiritual: La época de los reinos divididos nos enseña que la prosperidad material sin fidelidad espiritual conduce al desastre, y que la injusticia social es incompatible con la verdadera religión. Los profetas nos recuerdan que Dios toma partido por los pobres y oprimidos, y que ninguna institución humana, por más sagrada que parezca, está exenta del juicio divino si se aleja de la justicia y la misericordia. En nuestro tiempo, seguimos necesitando voces proféticas que denuncien la injusticia y proclamen la verdad, aunque sea incómoda.
Etapa 7: Exilio en Babilonia – En la Oscuridad Brilla la Esperanza
Cronología: 597/586-539 a.C.
Textos clave: Jeremías, Ezequiel, Isaías 40-55; 2 Reyes 24-25
Tradición literaria: Tradición Sacerdotal (P), Tradición profética exílica
Personajes clave: Ezequiel, Isaías II (Deutero-Isaías)
El Trauma del Exilio: Cuando el Mundo se Desploma
El año 586 a.C. marca uno de los momentos más traumáticos de toda la historia de Israel. Jerusalén, la ciudad santa, es destruida. El templo de Salomón, morada de YHWH en la tierra, es reducido a cenizas. La dinastía davídica, portadora de las promesas mesiánicas, es eliminada. Los líderes del pueblo son llevados en cadenas a Babilonia.
Para los judíos deportados, no era solo una catástrofe política o militar: era una crisis teológica total. ¿Dónde estaba YHWH cuando su pueblo lo necesitaba? ¿Habían vencido los dioses de Babilonia al Dios de Israel? ¿Se habían cumplido para siempre las promesas de la alianza?
El Salmo 137 expresa con crudeza el dolor del exilio:
“Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sión… ¿Cómo cantaremos cántico de YHWH en tierra de extraños?” (Sal 137,1.4)
Ezequiel: El Profeta de la Presencia Divina en el Exilio
En este contexto de desesperanza surge Ezequiel, sacerdote deportado en la primera deportación del 597 a.C. Su vocación profética junto al río Quebar es una de las visiones más extraordinarias de toda la Biblia (Ez 1).
Ezequiel ve a YHWH sobre un trono-carro móvil rodeado de querubines y ruedas llenas de ojos. El mensaje es revolucionario: Dios no está limitado al templo de Jerusalén. Su gloria puede moverse y estar presente incluso en tierra extranjera, en medio de los deportados.
La Visión de los Huesos Secos: Resurrección de un Pueblo
La visión más famosa de Ezequiel es la del valle de los huesos secos (Ez 37). El profeta ve un valle lleno de huesos completamente secos, imagen de Israel en el exilio: un pueblo muerto, sin esperanza, disperso.
Pero YHWH le ordena profetizar a los huesos:
“Huesos secos, oíd palabra de YHWH… He aquí que yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis” (Ez 37,4-5)
Ante los ojos asombrados del profeta, los huesos se van uniendo, se cubren de carne, y finalmente reciben el espíritu y se ponen en pie: “un ejército grande en extremo” (Ez 37,10).
La interpretación es clara: “Estos huesos son toda la casa de Israel… he aquí que abriré vuestros sepulcros… y os haré subir de vuestras sepulturas, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel” (Ez 37,11-12).
El Nuevo Corazón y el Nuevo Espíritu
Ezequiel no se limita a profetizar la restauración política; anuncia una transformación interior radical:
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu” (Ez 36,26-27)
Esta profecía prefigura la obra del Espíritu Santo en la nueva alianza y será fundamental para la teología cristiana del bautismo y la confirmación.
Isaías II: El Evangelio del Consolador
Durante el exilio surge también Isaías II (capítulos 40-55), conocido como el “Deutero-Isaías”. Su mensaje comienza con palabras de consolación que contrastan dramáticamente con la desesperación del momento:
“Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado” (Is 40,1-2)
Los Cánticos del Siervo: El Mesías Sufriente
Isaías II desarrolla la figura del Siervo de YHWH en cuatro cánticos que revolucionan la comprensión del mesianismo. El Mesías no será un conquistador político, sino un siervo sufriente que cargará con los pecados del pueblo:
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores… Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is 53,4-5)
Esta descripción del Siervo Sufriente será fundamental para la comprensión cristiana de la pasión y muerte de Jesús.
El Nuevo Éxodo: Más Glorioso que el Primero
Isaías II anuncia un nuevo éxodo que superará al primero. Dios abrirá camino en el desierto para que su pueblo regrese a la tierra prometida:
“He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad” (Is 43,19)
Pero este nuevo éxodo tendrá dimensiones universales. No solo Israel será salvado, sino que todas las naciones conocerán al verdadero Dios:
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Is 45,22)
La Tradición Sacerdotal: Reorganizando la Vida Religiosa
Durante el exilio se desarrolla también la tradición sacerdotal (P), que recopila y organiza las leyes litúrgicas y rituales. Sin templo donde ofrecer sacrificios, los sacerdotes exiliados se dedican a preservar y sistematizar las tradiciones cultuales.
Esta tradición insiste en la santidad de Dios y en la necesidad de que el pueblo sea santo: “Santos seréis, porque santo soy yo YHWH vuestro Dios” (Lv 19,2). También desarrolla la teología del sábado como signo perpetuo de la alianza.
El Surgimiento del Judaísmo
Durante el exilio nace lo que conocemos como “judaísmo”. Privados del templo y de la tierra, los judíos desarrollan nuevas formas de mantener su identidad religiosa:
- La sinagoga: lugar de reunión y estudio de la Torá
- La circuncisión: signo indeleble de pertenencia al pueblo elegido
- El sábado: tiempo sagrado que se puede observar en cualquier lugar
- Las leyes alimentarias: que distinguen al pueblo santo
La Reflexión Teológica: ¿Por Qué Permitió Dios el Exilio?
Los teólogos del exilio desarrollan una interpretación teológica de la catástrofe. El exilio no es una derrota de YHWH ante los dioses babilónicos, sino el justo castigo por la infidelidad persistente del pueblo a la alianza.
Pero este castigo tiene un propósito pedagógico y purificador. Como dice Isaías: “Yo te purifiqué, y no como a plata; te escogí en horno de aflicción” (Is 48,10). El sufrimiento del exilio purifica al pueblo y lo prepara para una relación más madura con Dios.
La Esperanza en la Misericordia Divina
A pesar del juicio, nunca se pierde la esperanza en la misericordia de Dios. Los profetas del exilio insisten en que YHWH es fiel a sus promesas y que la alianza, aunque quebrantada por el pueblo, no será anulada definitivamente por Dios.
Como proclama Isaías: “Los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo YHWH, el que tiene misericordia de ti” (Is 54,10).
Ciro: El Mesías Pagano
Hacia el final del exilio, emerge en el horizonte político Ciro, rey de Persia. Los profetas ven en él un instrumento de la providencia divina. Isaías llega incluso a llamarlo “mi ungido” (mesías): “Así dice YHWH a su ungido, a Ciro” (Is 45,1).
Es extraordinario que un rey pagano sea llamado “mesías”, pero muestra que Dios puede usar a cualquier persona para realizar sus propósitos salvíficos.
Lecciones Espirituales del Exilio
El exilio enseña varias lecciones espirituales fundamentales:
- Dios está presente incluso en el sufrimiento: No abandona a su pueblo ni siquiera en la catástrofe
- El sufrimiento puede ser purificador: Cuando se acepta con fe, produce madurez espiritual
- Las promesas de Dios son más fuertes que las apariencias: Aunque parezca que ha fracasado, Dios cumple su palabra
- La esperanza es posible incluso en la situación más desesperada: Los huesos secos pueden volver a vivir
Reflexión espiritual: El exilio babilónico nos habla de nuestros propios “exilios” espirituales: momentos de sequedad, aparente ausencia de Dios, sufrimientos que parecen interminables. Pero la experiencia del pueblo judío nos enseña que Dios está especialmente cerca de los que sufren, y que los momentos más oscuros pueden ser precisamente aquellos en los que se prepara una nueva primavera espiritual. Como dice San Pablo: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom 8,28).
Etapa 8: Restauración y Época Persa – El Humilde Regreso del Pueblo de Dios
Cronología: 539-333 a.C.
Textos clave: Esdras, Nehemías, Ageo, Zacarías 1-8
Tradición literaria: Tradición Sacerdotal (P) completa, Obra del Cronista
Personajes clave: Ciro, Esdras, Nehemías, Ageo, Zacarías I
El Decreto de Ciro: Cuando Dios Mueve el Corazón de un Rey Pagano
El año 539 a.C. marca un momento decisivo en la Historia de la Salvación. Ciro, rey de Persia, después de conquistar Babilonia, promulga un decreto que cambiará el destino del pueblo judío:
“Así ha dicho Ciro rey de Persia: YHWH el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén” (Esd 1,2-3)
Es extraordinario que un rey pagano reconozca a YHWH como “el Dios de los cielos” y se considere su instrumento. El Cronista ve en esto el cumplimiento de la profecía de Jeremías sobre los 70 años de exilio (2 Cr 36,22-23).
La Primera Ola de Retorno: Los Pioneros de la Restauración
El decreto de Ciro permite el retorno, pero no lo ordena. El regreso es voluntario, y esto revela algo importante: no todos los judíos estaban ansiosos por volver. Muchos habían prosperado en Babilonia y preferían quedarse en la comodidad del exilio.
Los que regresan son los visionarios, los que prefieren la pobreza en la tierra prometida a la prosperidad en tierra extraña. El libro de Esdras enumera cuidadosamente a las familias que volvieron: 42,360 personas, además de siervos y cantores (Esd 2,64-65).
Zorobabel y Jesúa: Los Líderes de la Restauración
El liderazgo del retorno está en manos de Zorobabel, descendiente de David y gobernador civil, y Jesúa, sumo sacerdote. Esta división de poderes (civil y religioso) caracterizará el período persa.
Zorobabel representa la esperanza mesiánica. Como descendiente de David, algunos lo ven como el posible restaurador de la monarquía. El profeta Ageo llega a llamarlo “mi siervo” y prometersue que Dios lo convertirá en “anillo de sellar” (Ag 2,23), lenguaje típicamente mesiánico.
El Primer Altar: Prioridades Espirituales
Lo primero que hacen los repatriados no es reconstruir sus casas, sino levantar un altar para ofrecer sacrificios (Esd 3,2-3). Esta decisión revela sus prioridades: antes que la comodidad personal está la adoración a Dios.
El altar se construye “conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés”, mostrando que la restauración no es solo física sino también espiritual: vuelta a la fidelidad a la Torá.
La Oposición de los Samaritanos: Divisiones que Perduran
Los samaritanos, descendientes de las poblaciones que los asirios habían traído al antiguo reino del norte, se ofrecen a ayudar en la reconstrucción del templo. Su propuesta parece sincera: “Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios” (Esd 4,2).
Sin embargo, Zorobabel y los jefes de familias los rechazan: “No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios” (Esd 4,3). Esta decisión, que puede parecer sectaria, refleja la preocupación por mantener la pureza de la fe en un momento de reconstrucción delicada.
La respuesta de los samaritanos es inmediata: se convierten en opositores activos de la reconstrucción, enviando cartas al rey persa para detener las obras (Esd 4,4-16).
El Paro de las Obras: Cuando las Dificultades Vencen al Entusiasmo
La oposición logra su objetivo: las obras del templo se suspenden durante 16 años (536-520 a.C.). Durante este tiempo, la gente se dedica a construir sus propias casas, olvidando la casa de Dios.
Es un patrón que se repite en la historia espiritual: cuando las dificultades se acumulan, es fácil priorizar lo inmediato y urgente por encima de lo importante y eterno.
Ageo: El Profeta de las Prioridades
En el año 520 a.C. surge Ageo, un profeta que desafía la comodidad del pueblo con palabras directas:
“¿Es para vosotros tiempo de morar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?” (Ag 1,4)
Ageo establece una conexión directa entre las prioridades espirituales y el bienestar material. Las cosechas son escasas, la economía no prospera, porque el pueblo ha puesto sus intereses antes que los de Dios:
“Habéis sembrado mucho, y recogido poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos… Porque mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa” (Ag 1,6.9)
Zacarías I: Visiones de Esperanza
Junto a Ageo predica Zacarías, cuyas visiones nocturnas llenan de esperanza al pueblo desanimado. Ve a YHWH como defensor celoso de Jerusalén:
“Así ha dicho YHWH de los ejércitos: Celé a Jerusalén y a Sión con gran celo. Y con gran enojo estoy airado contra las naciones que están reposadas” (Zac 1,14-15)
Sus visiones del candelabro de oro (Zac 4) y de los dos olivos que lo alimentan se convertirán en símbolos apocalípticos importantes, retomados después en el Apocalipsis.
La Reanudación de las Obras: El Templo de Zorobabel
Motivado por las predicaciones de Ageo y Zacarías, el pueblo retoma la construcción del templo en el 520 a.C. Esta vez hay unanimidad y entusiasmo: “Todo el resto del pueblo obedeció la voz de YHWH su Dios” (Ag 1,12).
Cuando Tatnai, gobernador persa, cuestiona la legalidad de las obras, el rey Darío no solo confirma el decreto de Ciro sino que ordena al tesoro real financiar la construcción y proveer animales para los sacrificios (Esd 6,6-12).
La Dedicación del Segundo Templo: Gozo y Melancolía
El segundo templo es consagrado en el 516 a.C., exactamente 70 años después de la destrucción del primero, cumpliendo la profecía de Jeremías. La celebración es grandiosa, pero está marcada por emociones encontradas:
“Muchos de los sacerdotes y levitas y jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría” (Esd 3,12)
Los ancianos que recordaban el templo de Salomón lloraban porque este era más modesto. Pero Ageo había profetizado que la gloria del segundo templo sería mayor que la del primero (Ag 2,9), profecía que se cumpliría cuando Jesús enseñara en sus atrios.
Esdras: El Reformador de la Ley
Hacia el 458 a.C. llega a Jerusalén Esdras, sacerdote y escriba versado en la ley de Moisés. Su misión es reorganizar la comunidad judía según los preceptos de la Torá.
Esdras descubre una situación que lo alarma: muchos judíos, incluyendo sacerdotes y levitas, se han casado con mujeres extranjeras (Esd 9,1-2). Para Esdras, esto no es solo un problema social sino teológico: amenaza la pureza de la fe y puede llevar a la idolatría.
Su reacción es dramática: “Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelos de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado” (Esd 9,3).
La Reforma de Esdras: Medidas Drásticas
Esdras convoca una gran asamblea donde se lee públicamente la Torá y se decide disolver los matrimonios mixtos (Esd 10). Es una medida dolorosa que divide familias, pero que los líderes consideran necesaria para preservar la identidad del pueblo elegido.
Esta decisión ha sido criticada como discriminatoria, pero debe entenderse en su contexto: la pequeña comunidad judía estaba en peligro de disolverse culturalmente. La supervivencia del judaísmo, y por tanto de la revelación bíblica, estaba en juego.
Nehemías: El Reconstructor de Murallas
Trece años después de Esdras llega Nehemías (445 a.C.), copero del rey Artajerjes que obtiene permiso para reconstruir las murallas de Jerusalén. Su llegada marca una nueva fase de la restauración.
Nehemías es un administrador eficaz que organiza la reconstrucción con métrica militar: cada familia construye la sección de muralla frente a su casa (Neh 3). En solo 52 días, las murallas están terminadas, “porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar” (Neh 4,6).
La Lectura Solemne de la Ley: Nace el Judaísmo
El momento culminante de la época persa es la lectura solemne de la Ley por parte de Esdras en presencia de todo el pueblo (Neh 8). Es un evento fundacional del judaísmo:
“Y leyó en él delante de la plaza… desde el alba hasta el mediodía… y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley” (Neh 8,3)
Cuando el pueblo oye la Ley, llora al darse cuenta de cuánto se han alejado de los preceptos divinos. Pero Nehemías les dice: “No os entristezcáis, porque el gozo de YHWH es vuestra fuerza” (Neh 8,10).
El Movimiento Sapiencial: Job y Proverbios
Durante la época persa florece también el movimiento sapiencial. El libro de Job aborda el problema del sufrimiento del inocente, mientras que Proverbios recopila la sabiduría tradicional de Israel.
Esta literatura sapiencial representa una reflexión madura sobre la experiencia humana a la luz de la fe en YHWH.
La Obra del Cronista: Reescribiendo la Historia
También se compone durante esta época la Obra del Cronista (1-2 Crónicas, Esdras, Nehemías), que reinterpreta la historia de Israel desde la perspectiva del templo y el culto. Es una historia teológica que muestra cómo Dios ha guiado a su pueblo a pesar de sus infidelidades.
Balance de la Época Persa: Humildes Comienzos
La restauración persa no es el regreso triunfal que muchos esperaban. No se restaura la monarquía davídica, el segundo templo es más modesto que el primero, solo una minoría regresa del exilio, y la comunidad judía es pequeña y pobre.
Pero se han puesto las bases firmes para el futuro:
- El templo ha sido reconstruido
- La Torá se ha convertido en el centro de la vida comunitaria
- Se ha preservado la identidad judía
- Ha nacido el judaísmo como religión del libro
Como dice Zacarías: “¿Quién menosprecia el día de las pequeñeces?” (Zac 4,10). Los pequeños comienzos de la restauración persa preparan los grandes desarrollos futuros.
Reflexión espiritual: La época de la restauración nos enseña que los planes de Dios a menudo comienzan de manera humilde y aparentemente insignificante. El pequeño resto que regresa del exilio se parece al pequeño grupo de discípulos que seguirá a Jesús. Pero Dios no necesita grandes números para realizar grandes obras. Lo que importa es la fidelidad y la disponibilidad para colaborar en su plan. En nuestras propias vidas, los momentos de “restauración” después de crisis espirituales pueden parecer lentos y modestos, pero Dios está poniendo bases sólidas para un crecimiento futuro más profundo.
Etapa 9: Época Griega y Dominación Romana – La Preparación de los Tiempos
Cronología: Griega (333-63 a.C.), Romana (63 a.C.-6/7 a.C.)
Textos clave: 1-2 Macabeos, Daniel
Tradición literaria: Literatura Sapiencial (Eclesiastés, Sirácida, Sabiduría), Literatura Apocalíptica
Personajes clave: Alejandro Magno, Antíoco IV Epífanes, los Macabeos
Alejandro Magno: Cuando Oriente Conoce a Occidente
En el año 333 a.C., Alejandro Magno cruza el Helesponto con apenas 32 años y cambia para siempre el curso de la historia mundial. Su conquista no es solo militar sino cultural: lleva consigo la civilización griega (helenismo) que se extenderá desde España hasta la India.
Cuando Alejandro llega a Palestina, los judíos pasan del dominio persa al griego sin traumas importantes. Según el historiador Josefo, el sumo sacerdote sale a recibir a Alejandro y este respeta el templo y las tradiciones judías.
Pero la verdadera revolución comienza después. El helenismo no es solo una cultura política, sino una cosmovisión total que incluye filosofía, arte, educación, religión y forma de vida. Por primera vez en su historia, el judaísmo se encuentra con una cultura intelectualmente sofisticada que le ofrece una alternativa atractiva a la fe ancestral.
La Crisis Helenística: Fe vs. Modernidad
Después de la muerte prematura de Alejandro (323 a.C.), su imperio se divide entre sus generales. Palestina queda primero bajo los Ptolomeos de Egipto (314-197 a.C.) y luego bajo los Seléucidas de Siria (197-142 a.C.).
Durante este período surge una tensión fundamental que marcará el resto de la historia judía: ¿cómo mantenerse fiel a la tradición ancestral en un mundo que ofrece nuevas posibilidades culturales y intelectuales?
Se forman dos bandos:
- Los tradicionalistas: quieren preservar la fe y las costumbres judías sin contaminación
- Los helenizantes: buscan modernizar el judaísmo adaptándolo a la cultura griega
Esta tensión no es simplemente intelectual. Está en juego la supervivencia del judaísmo como religión distinta.
Antíoco IV Epífanes: El Primer Perseguidor Religioso
La crisis estalla durante el reinado de Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C.), rey seléucida que se considera divino (“Epífanes” significa “el dios manifiesto”). Su política de helenización forzosa choca frontalmente con el monoteísmo judío.
En el 167 a.C., Antíoco prohíbe las prácticas judías fundamentales:
- Prohibe el culto a YHWH
- Prohíbe la circuncisión bajo pena de muerte
- Prohíbe la observancia del sábado
- Ordena quemar las copias de la Torá
El colmo es la “abominación desoladora”: Antíoco coloca una estatua de Zeus Olímpico en el altar del templo y obliga a ofrecer sacrificios de cerdos (1 Mac 1,54).
Es la primera persecución religiosa sistemática de la historia. No se busca solo la sumisión política, sino la destrucción de la fe.
Los Mártires de la Fe: Eleazar y los Siete Hermanos
La respuesta del pueblo judío fiel es heroica. Eleazar, anciano escriba, prefiere la muerte antes que comer carne de cerdo: “Mejor es morir con honor que vivir en la infamia” (2 Mac 6,19).
Aún más impresionante es el martirio de los siete hermanos y su madre (2 Mac 7). Torturados uno por uno ante los ojos de su madre, todos prefieren la muerte antes que traicionar su fe. Sus palabras revelan una esperanza en la resurrección que es nueva en la Biblia:
“Tú, malvado, nos quitas la vida presente; pero el Rey del mundo nos resucitará para una vida eterna a nosotros que morimos por sus leyes” (2 Mac 7,9)
Judas Macabeo: La Rebelión de la Fe
Cuando parece que todo está perdido, surge Judas Macabeo (“el martillo”), hijo del sacerdote Matatías. Su grito de guerra resuena en las montañas de Judea: “Todo el que sienta celo por la ley y mantenga la alianza, ¡que me siga!” (1 Mac 2,27).
Judas organiza una guerra de guerrillas que, contra todo pronóstico, derrota a los ejércitos profesionales de Antíoco. No es solo una victoria militar, sino teológica: demuestra que YHWH sigue defendiendo a su pueblo.
En diciembre del 164 a.C., Judas reconquista el templo, lo purifica y restablece el culto legítimo. La fiesta de la Dedicación (Hanukkah) conmemora este milagro hasta hoy.
La Independencia Hasmonea: Poder y Corrupción
Los sucesores de Judas (sus hermanos Jonatán y Simón, y después sus descendientes hasmoneos) logran la independencia política de Judea por primera vez desde el exilio babilónico.
Pero el poder corrompe. Los hasmoneos se proclaman simultáneamente reyes y sumos sacerdotes, concentrando el poder político y religioso, algo que la tradición judía había mantenido separado. Algunos se helenizán progresivamente, adoptando las costumbres que sus antepasados habían combatido.
Los Grupos Judíos: Diversidad en el Judaísmo
Durante esta época se consolidan los principales grupos religiosos del judaísmo:
Los Fariseos (“separados”): Insisten en la observancia estricta de la Ley oral y escrita. Creen en la resurrección, los ángeles y la providencia divina. Son los antepasados del judaísmo rabínico posterior.
Los Saduceos: Aristocracia sacerdotal que controla el templo. Solo aceptan la Torá escrita, niegan la resurrección y tienen buenas relaciones con los ocupantes extranjeros.
Los Esenios: Comunidades monásticas que se retiran al desierto (como Qumrán) esperando la intervención decisiva de Dios. Practican el celibato, la propiedad común y la pureza ritual estricta.
La Literatura Apocalíptica: Daniel
Durante la persecución de Antíoco surge la literatura apocalíptica, representada especialmente por el libro de Daniel. Este género literario responde a una pregunta urgente: ¿cuándo intervendrá Dios para salvar a su pueblo?
La respuesta de Daniel es que Dios tiene un plan secreto para la historia que se está desarrollando según un calendario divino. Las bestias que representan los imperios opresores serán destruidas, y el reino de Dios se establecerá definitivamente:
“En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido… desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Dn 2,44)
La Figura del “Hijo del Hombre”
Daniel introduce también la misteriosa figura del “Hijo del hombre”:
“He aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días… Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran” (Dn 7,13-14)
Esta figura, que combina características humanas y divinas, será fundamental para la autocomprensión de Jesús.
La Literatura Sapiencial Tardía: Nuevas Preguntas
Durante esta época se escriben también los últimos libros sapienciales. Eclesiastés (Qohélet) refleja la crisis existencial de una época de transición: “Vanidad de vanidades… todo es vanidad” (Ecl 1,2). Pero incluso en su pesimismo, mantiene la fe: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ecl 12,13).
El Sirácida (Eclesiástico) es un manual de sabiduría práctica que busca integrar la tradición judía con el mundo helenístico, mientras que el libro de la Sabiduría desarrolla la teología de la inmortalidad del alma: “Las almas de los justos están en la mano de Dios, y no los tocará tormento alguno” (Sab 3,1).
Pompeyo en Jerusalén: Roma Entra en Escena
En el año 63 a.C., Pompeyo conquista Jerusalén y pone fin a la independencia hasmonea. Es el comienzo de la dominación romana que durará siglos.
La entrada de Pompeyo al Santo de los Santos del templo marca simbólicamente el fin de una era. Según Josefo, el general romano salió asombrado al encontrar el santuario vacío: no había ninguna imagen de dios, solo la presencia invisible de YHWH.
Herodes el Grande: El Rey Constructor
Roma coloca en el trono de Judea a Herodes el Grande (37-4 a.C.), rey cliente que gobierna con mano de hierro pero que emprende proyectos arquitectónicos grandiosos. Su obra maestra es la reconstrucción del templo de Jerusalén, iniciada hacia el 20 a.C.
El templo de Herodes supera en magnificencia al de Salomón, cumpliendo de manera inesperada la profecía de Ageo sobre la gloria del segundo templo. Sin saberlo, Herodes está preparando el escenario donde el verdadero Mesías enseñará y realizará el sacrificio definitivo.
La Expectativa Mesiánica: El Mundo Espera
Al final de esta etapa, el mundo judío está impregnado de expectativa mesiánica. Los diversos grupos tienen diferentes esperanzas:
- Los fariseos esperan un Mesías maestro de la Ley
- Los zealotes esperan un Mesías guerrero liberador
- Los esenios esperan un Mesías sacerdotal purificador
- El pueblo sencillo espera un Mesías como David que restaure la gloria de Israel
La Providencia Divina: “La Plenitud de los Tiempos”
Vista en retrospectiva, toda esta época aparece como una preparación providencial para la venida de Cristo:
- La unificación cultural del helenismo permite que el Evangelio se extienda rápidamente
- La unificación política de Roma proporciona paz y vías de comunicación
- La dispersión judía (diáspora) crea comunidades que serán bases misioneras
- La traducción griega de la Biblia (Septuaginta) hace accesible la revelación a los gentiles
- Las expectativas mesiánicas preparan el corazón del pueblo
Como dice San Pablo: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gál 4,4).
Reflexión espiritual: Esta etapa nos enseña que Dios puede usar incluso las crisis y persecuciones para purificar la fe de su pueblo y preparar nuevos desarrollos. La resistencia heroica de los mártires macabeos prefigura el testimonio cristiano, y su esperanza en la resurrección prepara la revelación plena que traerá Cristo. En nuestros propios tiempos de prueba, podemos confiar en que Dios está escribiendo una historia más grande de la que podemos ver.
Etapa 10: Jesucristo – La Plenitud de la Revelación
Cronología: Nace 7/6 a.C.; muere ~30 d.C.
Textos clave: Los cuatro Evangelios
Tradición literaria: Tradiciones orales sobre Jesús
Personajes clave: Jesús, María, José, Juan Bautista, los Apóstoles
La Encarnación: Cuando el Verbo Se Hizo Carne
Con el nacimiento de Jesús en Belén, la Historia de la Salvación alcanza su punto culminante. Lo que durante milenios había sido promesa, profecía y preparación, ahora se convierte en realidad: “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Jn 1,14).
El prólogo de Juan nos revela la dimensión cósmica de este acontecimiento: el mismo Verbo por quien fueron hechas todas las cosas (Jn 1,3) se hace hombre para salvar a su creación. No es simplemente un profeta más o un maestro religioso extraordinario; es Dios mismo que entra en la historia humana.
La Anunciación: El “Sí” que Cambió la Historia
Todo comienza con el “sí” de María en la Anunciación (Lc 1,26-38). Cuando el ángel Gabriel le anuncia que será madre del Mesías, María responde con palabras que invierten la desobediencia de Eva: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc 1,38).
El Magnificat de María (Lc 1,46-55) revela que ella comprende perfectamente la dimensión revolucionaria de lo que está sucediendo: Dios “quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes”. En su seno se está gestando no solo un niño, sino una nueva humanidad.
Belén: El Mesías Nace en la Pobreza
El nacimiento en Belén cumple las profecías mesiánicas (Miq 5,1), pero de una manera que nadie esperaba. El Mesías no nace en un palacio real sino en un pesebre, porque “no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2,7).
Los primeros en recibir el anuncio no son los poderosos sino los pastores, considerados personas de poca reputación en aquella sociedad. El canto de los ángeles revela el significado universal del acontecimiento: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lc 2,14).
La Presentación en el Templo: Luz y Espada
Cuando María y José presentan a Jesús en el templo, el anciano Simeón reconoce inmediatamente al Mesías y pronuncia palabras proféticas que revelan la doble dimensión de su misión:
“He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha… y una espada traspasará tu misma alma” (Lc 2,34-35)
Jesús será luz para las naciones, pero también signo de contradicción que dividirá los corazones.
Los Años Ocultos: La Preparación Silenciosa
Los Evangelios guardan silencio casi total sobre los primeros 30 años de la vida de Jesús. Solo tenemos el episodio del niño de 12 años en el templo (Lc 2,41-52), donde Jesús revela por primera vez su conciencia de ser Hijo del Padre: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lc 2,49).
Este silencio es elocuente: el Hijo de Dios vive la experiencia humana común de crecimiento, trabajo y vida familiar. Como dice Lucas: “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc 2,52).
Juan Bautista: La Voz que Prepara el Camino
La vida pública de Jesús comienza con la predicación de Juan Bautista, último profeta del Antiguo Testamento y primer testigo del Nuevo. Juan proclama: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 3,2).
Cuando Jesús viene a ser bautizado, Juan protesta: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mt 3,14). Pero Jesús insiste: es necesario “cumplir toda justicia” (Mt 3,15). Al salir del agua, el Espíritu desciende sobre él y se oye la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3,17).
Las Tentaciones: El Nuevo Adán Vence al Diablo
En el desierto, Jesús es tentado por el diablo durante 40 días (Mt 4,1-11). Las tres tentaciones recapitulan todas las tentaciones humanas: la gula (convertir las piedras en pan), la vanagloria (tirarse del pináculo del templo) y la soberbia (adorar al diablo por los reinos del mundo).
Pero donde Adán fracasó, Jesús triunfa. A cada tentación responde con la Palabra de Dios: “No sólo de pan vive el hombre… No tentarás al Señor tu Dios… Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mt 4,4.7.10).
El Anuncio del Reino: Nueva Creación
La predicación de Jesús se centra en el Reino de Dios: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mc 1,15).
El Reino no es un lugar geográfico sino una nueva manera de existir donde Dios reina en los corazones. Las parábolas lo describen como semilla que crece (Mc 4,26-29), levadura que fermenta la masa (Mt 13,33), tesoro por el que vale la pena venderlo todo (Mt 13,44).
Los Milagros: Signos del Reino
Los milagros de Jesús no son espectáculos para impresionar, sino signos del Reino que anticipan la nueva creación:
- Curaciones: Restituyen la integridad humana perdida por el pecado
- Exorcismos: Liberan del poder del mal
- Resurrecciones: Vencen la muerte, último enemigo
- Milagros sobre la naturaleza: Muestran el señorío del Creador
Cuando Juan Bautista envía discípulos a preguntar si Jesús es el Mesías esperado, la respuesta se da en términos de signos: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Mt 11,5).
Las Bienaventuranzas: La Constitución del Reino
En el Sermón del Monte (Mt 5-7), Jesús proclama las Bienaventuranzas, que son la constitución del Reino de Dios. Cada bienaventuranza revela valores que contradicen la sabiduría mundana:
“Bienaventurados los pobres en espíritu… los que lloran… los mansos… los que tienen hambre y sed de justicia… los misericordiosos… los de limpio corazón… los pacificadores… los que padecen persecución por causa de la justicia” (Mt 5,3-10)
El Reino pertenece a quienes el mundo considera débiles, pero que Dios ve como portadores de su imagen más pura.
Los Discípulos: La Nueva Familia de Dios
Jesús llama a doce apóstoles que representan las doce tribus de Israel, señalando que está constituyendo el nuevo Israel. Su llamada es simple pero radical: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mt 4,19).
Los discípulos no son elegidos por sus cualidades especiales; son pescadores, cobradores de impuestos, revolucionarios. Lo que los une es su respuesta al llamado de Jesús. Son la semilla de la Iglesia, la nueva familia de Dios basada no en lazos de sangre sino en la fe.
La Transfiguración: Anticipo de la Gloria
En el monte Tabor, Jesús se transfigura ante Pedro, Santiago y Juan (Mt 17,1-8). Su rostro resplandece como el sol y sus vestidos se vuelven blancos como la luz. Aparecen Moisés (la Ley) y Elías (los Profetas) conversando con él.
La voz del Padre confirma la identidad de Jesús: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mt 17,5). La Transfiguración anticipa la gloria de la resurrección y confirma que Jesús es el cumplimiento de toda la Escritura.
La Confesión de Pedro: Tú Eres el Cristo
En Cesarea de Filipo, Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién decís que soy yo?” Pedro responde con la confesión fundamental: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16,16).
Jesús declara bienaventurado a Pedro porque esta revelación no viene “de carne y sangre, sino de mi Padre que está en los cielos” (Mt 16,17). Sobre esta fe en la divinidad de Cristo se edificará la Iglesia.
La Cruz: El Escándalo del Amor
Pero inmediatamente después de esta confesión, Jesús comienza a anunciar su pasión y muerte (Mt 16,21). Pedro, que acaba de confesarlo como Mesías, no puede aceptar un Mesías sufriente y es duramente reprendido: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (Mt 16,23).
La cruz será el escándalo supremo: el aparente fracaso del Mesías que muere como un malhechor. Pero es precisamente en la cruz donde se revela el amor más grande: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn 15,13).
La Última Cena: El Memorial de la Nueva Alianza
En la víspera de su muerte, Jesús celebra la Pascua con sus discípulos, pero la transforma en algo completamente nuevo. Sobre el pan y el vino pronuncia palabras que instituyen la Eucaristía:
“Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado… Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lc 22,19-20)
Jesús se convierte en el verdadero Cordero Pascual cuya sangre libera definitivamente de la esclavitud del pecado.
La Agonía y la Muerte: “Consumado Es”
En Getsemaní, Jesús experimenta la agonía de quien carga con todos los pecados de la humanidad: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt 26,39).
En la cruz, Jesús muere pronunciando las palabras que resumen toda la Historia de la Salvación: “Consumado es” (Jn 19,30). La obra de redención está completa. El velo del templo se rasga en dos (Mt 27,51), simbolizando que el acceso a Dios ya no está limitado al Santo de los Santos.
La Resurrección: Victoria sobre la Muerte
Al tercer día, Jesús resucita de entre los muertos, transformando la tragedia aparente en triunfo definitivo. Las mujeres que van al sepulcro reciben el anuncio angelical: “No está aquí, pues ha resucitado, como dijo” (Mt 28,6).
La resurrección no es simplemente la vuelta a la vida anterior, sino la entrada en una vida nueva y gloriosa que anticipa la resurrección final de todos los justos. Como dice San Pablo: Cristo es “primicias de los que durmieron” (1 Cor 15,20).
Las Apariciones: “¡Señor mío y Dios mío!”
Durante 40 días, Jesús se aparece múltiples veces a sus discípulos, confirmando la realidad de su resurrección. La confesión de Tomás resume la fe cristiana: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20,28).
En estas apariciones, Jesús instruye a sus discípulos sobre el Reino de Dios (Hch 1,3) y les confía la misión universal: “Id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28,19).
La Ascensión: Jesús Reina desde el Cielo
La Ascensión (Hch 1,9-11) marca el final de la presencia visible de Jesús en la tierra, pero no su ausencia. Al contrario, desde el cielo Jesús ejerce su señorío universal y envía el Espíritu Santo.
Los ángeles prometen su segunda venida: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hch 1,11).
Reflexión espiritual: En Jesucristo se cumplen todas las promesas y profecías de la Historia de la Salvación. Él es el nuevo Adán que restaura la imagen divina, el nuevo Moisés que libera de la esclavitud del pecado, el nuevo David cuyo reino no tendrá fin, el Siervo Sufriente que carga con nuestras culpas. En él, cada uno de nosotros encuentra su verdadera identidad como hijos de Dios llamados a la vida eterna.
Etapa 11: La Iglesia – El Pueblo de Dios en Marcha
Cronología: 30 d.C. hasta hoy
Textos clave: Hechos de los Apóstoles, Cartas Apostólicas, Apocalipsis
Tradición literaria: Todo el Nuevo Testamento (ca. 50-150 d.C.)
Personajes clave: Los Apóstoles, San Pablo, los primeros cristianos… nosotros
Pentecostés: El Nacimiento de la Iglesia
Cincuenta días después de la Resurrección, en la fiesta judía de Pentecostés, se cumple la promesa de Jesús: el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos reunidos en el cenáculo (Hch 2,1-4).
Los signos son dramáticos: “viento recio… lenguas repartidas, como de fuego… y fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hch 2,2-4). Pero el verdadero milagro es la transformación interior: los discípulos que se habían escondido por miedo ahora salen a predicar con valentía.
Pedro, quien había negado a Jesús tres veces, ahora lo proclama ante miles de judíos reunidos en Jerusalén: “A este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch 2,36).
El Primer Discurso: “¿Qué Haremos?”
La predicación de Pedro produce una conversión masiva. Los oyentes, “compungidos de corazón”, preguntan: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hch 2,37).
La respuesta de Pedro establece el programa de la vida cristiana: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2,38).
Tres mil personas se bautizan ese día. Nace la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que no se basa en lazos étnicos sino en la fe en Cristo.
La Vida de la Primera Comunidad: Un Corazón y Un Alma
Los Hechos nos describen la vida de la primera comunidad cristiana con trazos idealizados pero reveladores:
“Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones… Y todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas” (Hch 2,42.44)
Los cuatro pilares de la vida eclesial están ya presentes:
- La enseñanza apostólica (catequesis)
- La comunión fraterna (koinonía)
- La fracción del pan (Eucaristía)
- Las oraciones (liturgia)
Los Primeros Conflictos: El Evangelio Transforma
Desde el principio, el Evangelio genera conflictos porque transforma tanto a las personas como a las estructuras sociales. Los apóstoles son arrestados por predicar en el templo, pero responden con valentía: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).
Esteban: El Primer Mártir
Esteban, uno de los siete diáconos elegidos para servir a las mesas, se convierte en el primer mártir cristiano. Su discurso ante el Sanedrín (Hch 7) es una relectura de toda la Historia de la Salvación que culmina con una acusación directa: “¡Duros de cerviz… vosotros resistís siempre al Espíritu Santo!” (Hch 7,51).
Su muerte, imitando la de Jesús (“Señor, no les tomes en cuenta este pecado”, Hch 7,60), siembra la semilla que germinará en el corazón de Saulo de Tarso, testigo complaciente del martirio.
La Conversión de Pablo: El Perseguidor Se Vuelve Apóstol
En el camino a Damasco, Saulo experimenta un encuentro que cambia radicalmente su vida y el curso de la historia cristiana (Hch 9,1-19). Jesús resucitado se le aparece preguntándole: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9,4).
La respuesta de Saulo revela que ya está tocado por la gracia: “¿Quién eres, Señor?” (Hch 9,5). En tres días pasa de perseguidor a predicador, cumpliendo el plan divino: “Instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles” (Hch 9,15).
Pedro y Cornelio: El Evangelio para los Gentiles
El episodio de Pedro y Cornelio (Hch 10) marca otro momento decisivo: la apertura del Evangelio a los gentiles. La visión de Pedro sobre los animales puros e impuros le enseña que “lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch 10,15).
Cuando Pedro predica en casa de Cornelio, el Espíritu Santo desciende sobre todos los oyentes, judíos y gentiles por igual. La conclusión es inevitable: “¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (Hch 10,47).
El Concilio de Jerusalén: Una Decisión Histórica
La entrada masiva de gentiles en la Iglesia plantea una pregunta fundamental: ¿deben convertirse primero al judaísmo? El Concilio de Jerusalén (Hch 15) responde con una decisión que cambia la historia: los gentiles pueden ser cristianos sin circuncidarse.
Santiago resume la decisión: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios” (Hch 15,19). Es la primera gran decisión doctrinal de la Iglesia y establece el principio de que el Evangelio trasciende todas las fronteras culturales.
Los Viajes Misioneros de Pablo: El Evangelio Conquista el Mundo
Pablo realiza tres grandes viajes misioneros que llevan el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su estrategia es genial: se dirige primero a las sinagogas de la diáspora judía, y desde allí el Evangelio se extiende a los gentiles.
En cada ciudad funda comunidades cristianas que se convierten en centros misioneros. Sus cartas a estas comunidades formarán gran parte del Nuevo Testamento y constituirán la base de la teología cristiana.
Las Cartas de Pablo: Teología en Acción
Las cartas paulinas no son tratados académicos sino teología pastoral que responde a problemas concretos de las primeras comunidades. En ellas Pablo desarrolla los grandes temas de la fe cristiana:
- Romanos: La justificación por la fe
- 1-2 Corintios: Los problemas de la vida comunitaria y la resurrección
- Gálatas: La libertad cristiana frente a la ley
- Efesios: El misterio de la Iglesia como cuerpo de Cristo
- Filipenses: El himno cristológico y la alegría cristiana
Otros Escritos Apostólicos: La Diversidad en la Unidad
Junto a Pablo, otros apóstoles contribuyen a la formación del Nuevo Testamento:
- Los Evangelios conservan las palabras y hechos de Jesús para las generaciones futuras
- Las cartas de Pedro exhortan a la perseverancia en la prueba
- Las cartas de Juan desarrollan la teología del amor: “Dios es amor” (1 Jn 4,8)
- La carta de Santiago insiste en que la fe debe manifestarse en obras
- Hebreos muestra cómo Cristo cumple todas las figuras del Antiguo Testamento
Las Persecuciones: La Iglesia Crece en el Sufrimiento
Desde Nerón (64 d.C.) hasta Diocleciano (303-311 d.C.), la Iglesia experimenta diez grandes persecuciones. Los emperadores ven en el cristianismo una amenaza al orden social porque los cristanos se niegan a adorar al emperador como dios.
Pero paradójicamente, la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. Su testimonio heroico convence más que cualquier argumento: como dice Tertuliano, “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.
Constantino y la Paz de la Iglesia
En el 313 d.C., el Edicto de Milán de Constantino concede libertad religiosa al cristianismo. Es el fin de las persecuciones pero el comienzo de nuevos desafíos: ¿cómo ser cristiano cuando el cristianismo se vuelve religión oficial?
Los Padres de la Iglesia: Fundamentos Teológicos
Durante los primeros siglos surgen los Padres de la Iglesia, grandes teólogos que establecen los fundamentos doctrinales del cristianismo:
- San Justino desarrolla la teología del Logos
- San Ireneo combate las herejías gnósticas
- Tertuliano acuña el vocabulario teológico latino
- Orígenes establece los principios de la exégesis bíblica
- San Atanasio defiende la divinidad de Cristo
- San Juan Crisóstomo es el gran predicador
- San Jerónimo traduce la Biblia al latín (Vulgata)
- San Agustín sintetiza la filosofía clásica y la fe cristiana
Los Concilios Ecuménicos: Definiendo la Fe
Los Concilios Ecuménicos de los primeros siglos definen los dogmas fundamentales del cristianismo:
- Nicea I (325): Afirma la divinidad de Cristo contra el arrianismo
- Constantinopla I (381): Completa el Credo y afirma la divinidad del Espíritu Santo
- Éfeso (431): Proclama a María como Madre de Dios
- Calcedonia (451): Define la doble naturaleza de Cristo
La Expansión Misionera: Hasta los Confines de la Tierra
A través de los siglos, la Iglesia cumple el mandato misionero de Cristo llevando el Evangelio hasta los confines de la tierra:
- Los Padres del Desierto evangelizan el norte de África
- San Patricio lleva el cristianismo a Irlanda
- Santos Cirilo y Metodio evangelizan a los eslavos
- San Bonifacio convierte Germania
- Los franciscanos y dominicos misionan en Asia y América
- San Francisco Javier predica en Oriente
- Los jesuitas llegan a China, Japón y América
Luz y Sombras: Una Iglesia Humana y Divina
La historia de la Iglesia no es una marcha triunfal sin obstáculos. Como toda institución humana, ha tenido luces y sombras:
- Periodos de gran santidad alternados con épocas de crisis moral
- Mártires y santos junto a pecadores arrepentidos
- Momentos de fidelidad heroica y momentos de compromisos dudosos
- Avances misioneros y resistencias al cambio
Pero a través de todo, la promesa de Cristo se cumple: “Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18).
La Iglesia Hoy: Pueblo de Dios en Marcha
En el Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia se define como “Pueblo de Dios en marcha” hacia la patria celestial. No es una institución perfecta, sino una comunidad de pecadores perdonados que caminan hacia la santidad.
Como enseña la constitución Lumen Gentium: “La Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, avanza constantemente por la senda de la penitencia y de la renovación” (LG 8).
Nuestra Vocación: Continuar la Historia
Cada cristiano está llamado a continuar la Historia de la Salvación en su propio tiempo y lugar. Como dice San Pablo: “Somos embajadores en nombre de Cristo” (2 Cor 5,20).
No somos simples espectadores de una historia pasada, sino protagonistas activos de la historia presente que prepara la culminación futura.
Reflexión espiritual: La Iglesia es el sacramento de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. A través de ella, la Historia de la Salvación continúa desarrollándose hasta el fin de los tiempos. Cada uno de nosotros tiene una misión única en esta historia: ser testigos del amor de Dios en nuestro ambiente concreto. La santidad no es privilegio de unos pocos, sino vocación universal de todos los bautizados.
Etapa 12: La Segunda Venida de Cristo (Parusía) – El Destino Final de la Historia
Cronología: Escatológica (fin de los tiempos)
Textos clave: 1 Corintios 15, 1 Tesalonicenses 4, Apocalipsis
Frase central: “¡Maran atha!” (El Señor viene) / “¡Señor, ven!” (1 Cor 16,22; Ap 22,20)
Sentido: Consumación del Reino de Dios, Juicio final y vida eterna
“¡Maran Atha!”: El Grito de la Iglesia Primitiva
Las últimas palabras del Nuevo Testamento son una súplica urgente: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20). En arameo, la lengua que hablaba Jesús, esta súplica se dice “Maran atha”, que puede traducirse como “El Señor viene” o “¡Señor, ven!”
Esta expresión revela el corazón de la esperanza cristiana: la historia no camina hacia el vacío sino hacia el encuentro definitivo con Cristo glorioso. La Parusía (palabra griega que significa “presencia” o “venida”) será el momento en que se manifieste plenamente lo que ahora vivimos en esperanza.
La Promesa de la Segunda Venida
La segunda venida de Cristo no es una invención tardía de la teología cristiana, sino una promesa explícita del mismo Jesús. En el discurso escatológico registrado por los tres evangelios sinópticos, Jesús anuncia:
“Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Mc 13,26-27)
Los ángeles que anuncian la Ascensión confirman esta promesa: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hch 1,11).
La Tensión Escatológica: “Ya Pero Todavía No”
El cristianismo vive en una tensión escatológica fundamental: el Reino de Dios ya ha llegado con Cristo, pero todavía no se ha manifestado plenamente. Vivimos en el tiempo intermedio entre la primera y la segunda venida, entre la inauguración y la consumación del Reino.
San Pablo expresa esta tensión con imágenes poderosas: “Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Rom 8,22). La creación está “embarazada” de la nueva creación que nacerá definitivamente en la Parusía.
Los Signos de los Tiempos: Discernir la Historia
Jesús enseñó a sus discípulos a discernir los signos de los tiempos (Mt 16,3), aunque advirtió que “del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mt 24,36).
Los signos que menciona el Señor no son para calcular fechas sino para mantener la vigilancia espiritual:
- Falsos mesías y falsos profetas (Mt 24,11.24)
- Guerras y rumores de guerras (Mt 24,6)
- Terremotos, hambres y pestilencias (Lc 21,11)
- Persecución de los cristianos (Mt 24,9)
- Enfriamiento del amor (Mt 24,12)
- Predicación del Evangelio a todas las naciones (Mt 24,14)
La Resurrección de los Muertos: Victoria Total sobre la Muerte
La segunda venida incluirá la resurrección universal de los muertos. San Pablo desarrolla esta doctrina en respuesta a las dudas de los corintios:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta… y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Cor 15,51-52)
Esta resurrección no será simplemente la vuelta a la vida anterior, sino la transformación gloriosa del cuerpo humano. Como el cuerpo resucitado de Cristo, nuestros cuerpos glorificados serán espirituales, incorruptibles, poderosos, gloriosos (1 Cor 15,42-44).
El Juicio Final: Justicia Perfecta de Dios
La Parusía incluirá también el juicio final donde se manifestará definitivamente la justicia de Dios. Jesús mismo describe este momento con la parábola del juicio de las naciones (Mt 25,31-46):
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones”
El criterio del juicio será el amor concreto expresado en obras de misericordia: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt 25,40).
Cielos Nuevos y Tierra Nueva: La Transfiguración del Cosmos
La esperanza cristiana no es escapar del mundo material sino su transfiguración total. San Pedro anuncia: “Esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pe 3,13).
El Apocalipsis describe esta nueva creación con imágenes espléndidas:
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron… Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos” (Ap 21,1-3)
La Jerusalén Celestial: La Ciudad de Dios
La Jerusalén celestial que desciende del cielo (Ap 21,9-22,5) representa la comunión perfecta entre Dios y la humanidad redimida. Esta ciudad tiene características extraordinarias:
- No hay templo porque “el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero” (Ap 21,22)
- No hay sol ni luna porque “la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap 21,23)
- No hay muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor porque “las primeras cosas pasaron” (Ap 21,4)
- Fluye el río de agua de vida y crece “el árbol de la vida” que da fruto cada mes (Ap 22,1-2)
La Visión Beatífica: Ver a Dios Cara a Cara
El destino final de los redimidos es la visión beatífica: ver a Dios cara a cara. San Juan afirma: “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn 3,2).
Esta visión no será estática sino dinámica: un crecimiento eterno en el conocimiento y amor de Dios que nunca se agotará porque Dios es infinito.
El Infierno: La Posibilidad Trágica del Rechazo
La revelación cristiana enseña también la posibilidad real del infierno como consecuencia del rechazo libre y definitivo de Dios. No es venganza divina sino auto-exclusión del amor.
Como enseña el Catecismo: “Morir en pecado mortal sin arrepentirse y sin acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección” (CIC 1033).
El Purgatorio: Purificación Final
La doctrina del purgatorio enseña que quienes mueren en gracia de Dios pero con imperfecciones menores experimentan una purificación final antes de la visión beatífica.
No es un “segundo chance” sino la purificación del alma que ama a Dios pero aún no está completamente preparada para la unión perfecta con él.
La Comunión de los Santos: Unidos Más Allá de la Muerte
La esperanza cristiana incluye la comunión de los santos: la unión espiritual entre los que peregrinan en la tierra, los que se purifican en el purgatorio y los que ya gozan de la gloria celestial.
Esta comunión se manifiesta en la intercesión mutua: los santos interceden por nosotros, nosotros oramos por las almas del purgatorio, y todos juntos formamos una sola familia en Cristo.
María, Anticipación de la Gloria
María Santísima, asunta en cuerpo y alma al cielo, es la anticipación de lo que espera a todos los redimidos. Como enseña el Concilio Vaticano II, María es “tipo y figura de la Iglesia que está por venir en el siglo futuro” (LG 68).
Su Asunción nos muestra que la esperanza cristiana incluye la glorificación integral de la persona humana, cuerpo y alma.
Vivir en la Esperanza: Actitud Cristiana Ante el Futuro
La esperanza en la Parusía no es escapismo sino estímulo para el compromiso presente. Como dice San Juan: “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn 3,3).
Los cristianos viven como ciudadanos del cielo (Flp 3,20) que trabajan por transformar la tierra según el plan de Dios.
“Hasta Que Él Venga”: La Eucaristía y la Esperanza
Cada Eucaristía es memorial de la muerte y resurrección de Cristo, pero también anticipación de la Parusía. Como dice San Pablo: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Cor 11,26).
En la comunión eucarística saboreamos las primicias del banquete celestial que compartiremos eternamente con Cristo.
La Oración “Ven, Señor Jesús”
La oración “Ven, Señor Jesús” no expresa impaciencia con la historia presente sino amor ardiente hacia Cristo y deseo de la justicia perfecta de su Reino.
Es la oración de quien ha experimentado el amor de Dios y no puede contentarse con menos que la unión perfecta con él.
Reflexión espiritual: La esperanza en la segunda venida de Cristo da sentido definitivo a toda la Historia de la Salvación y a nuestras vidas personales. No somos producto del azar ni caminamos hacia la nada, sino que avanzamos hacia el encuentro con el Amor que nos ha creado y redimido. Esta esperanza transforma nuestra manera de vivir el presente: cada momento se convierte en preparación para la eternidad, cada acto de amor es construcción del Reino de Dios que Cristo manifestará plenamente cuando venga en gloria.
Conclusión: El Hilo de Oro que Une Cielo y Tierra
La Sinfonía Completa de la Salvación
Al contemplar las 12 etapas de la Historia de la Salvación, podemos ver con claridad el hilo de oro que las une: el amor fiel de Dios que nunca abandona a su pueblo, incluso cuando este lo abandona a él. Desde la primera promesa en el Paraíso hasta la segunda venida de Cristo, toda la historia está atravesada por la misericordia divina que busca incansablemente la salvación de la humanidad.
Los Temas Recurrentes: La Pedagogía de Dios
A través de todas las etapas descubrimos temas recurrentes que revelan la pedagogía divina:
La Alianza: Desde Noé hasta la Nueva Alianza en Cristo, Dios establece pactos que manifiestan su fidelidad incondicional. Cada alianza es más perfecta que la anterior, culminando en Cristo que es mediador de una alianza mejor (Heb 8,6).
Las Promesas: La promesa a Abraham de tierra, descendencia y bendición se cumple de manera superabundante en Cristo, quien nos da la verdadera Tierra Prometida (el cielo), nos hace hijos de Dios por adopción, y extiende la bendición a todas las naciones.
La Liberación: El Éxodo de Egipto prefigura la liberación definitiva que Cristo realiza del pecado y la muerte. Cada generación experimenta su propio “éxodo” hacia la libertad de los hijos de Dios.
El Templo: Desde la tienda del encuentro hasta el templo de Jerusalén, Dios busca “habitar” con su pueblo. Esta presencia alcanza su plenitud en Cristo (“el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”) y continúa en la Iglesia y en cada alma en gracia.
La Centralidad de Cristo: “Todo se Cumple en Él”
Jesucristo es el centro y cumplimiento de toda la Historia de la Salvación. Como dice el Catecismo: “Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre” (CIC 65).
En él convergen todas las líneas:
- Es el nuevo Adán que restaura la imagen divina
- Es el verdadero Isaac ofrecido en sacrificio por el Padre
- Es el nuevo Moisés que libera de la esclavitud del pecado
- Es el hijo de David cuyo reino no tendrá fin
- Es el Siervo Sufriente que carga con nuestras culpas
- Es el Sumo Sacerdote eterno que ofrece el sacrificio perfecto
La Iglesia: Continuación de la Historia
La Iglesia no es un apéndice de la Historia de la Salvación sino su continuación viva. En ella, Cristo resucitado continúa presente y activo hasta el fin de los tiempos. Cada sacramento actualiza los misterios salvíficos, cada Eucaristía hace presente el sacrificio del Calvario, cada bautismo incorpora a la muerte y resurrección de Cristo.
Nuestra Vocación Personal: Escribir Nuestra Página
Cada cristiano está llamado a escribir su propia página en esta historia que continúa. No somos espectadores pasivos sino protagonistas activos del plan de salvación. Como dice San Pablo: “Somos colaboradores de Dios” (1 Cor 3,9).
Tu vida, con sus alegrías y sufrimientos, sus luchas y victorias, es parte integral de esta gran sinfonía que Dios está componiendo a través de la historia. Cada acto de amor, cada palabra de perdón, cada gesto de servicio añade una nota preciosa a esta melodía eterna.
La Esperanza que No Defrauda
La Historia de la Salvación nos enseña que Dios siempre cumple sus promesas, aunque a menudo de maneras que superan nuestras expectativas. Los contemporáneos de Jesús esperaban un Mesías político; Dios les dio un Salvador universal. Los apóstoles esperaban la restauración del reino de Israel; Dios les dio la Iglesia católica que abraza todas las naciones.
Esta esperanza que no defrauda (Rom 5,5) sostiene a la Iglesia en su peregrinación terrena. Sabemos que la historia humana, por muy oscura que a veces parezca, camina hacia un final feliz: la manifestación gloriosa del Reino de Dios.
El Método de Dios: Pequeñez y Grandeza
Una lección constante de la Historia de la Salvación es que Dios actúa en la pequeñez para realizar grandes obras. Elige a Abraham cuando es anciano y sin hijos, libera a Israel cuando es esclavo en Egipto, nace en Belén, pueblo pequeño de Judá, elige a pescadores para apóstoles.
Este “método” divino nos enseña que ninguna vida es demasiado pequeña para participar en la obra de salvación. Dios no necesita grandes números ni recursos extraordinarios; necesita corazones disponibles y vidas entregadas.
La Invitación Final: “Ven y Sígueme”
Al terminar este recorrido por la Historia de la Salvación, resuena en nuestros corazones la invitación personal que Jesús dirige a cada uno: “Ven y sígueme” (Mt 19,21).
Esta invitación no es solo para los santos heroicos o los misioneros extraordinarios; es para cada bautizado que desea colaborar conscientemente en el plan de salvación que Dios está desarrollando en nuestro tiempo.
La Historia de la Salvación no es un museo de antigüedades religiosas sino una historia viva que te incluye a ti, aquí y ahora. Tu respuesta de fe, tu crecimiento en santidad, tu testimonio de vida cristiana son eslabones irremplazables en la cadena dorada que une el Paraíso perdido con el Paraíso reconquistado.
¡Que María, Madre de la Iglesia y Estrella de la Nueva Evangelización, nos ayude a decir nuestro “sí” generoso al plan de amor que Dios tiene para cada uno de nosotros!
Lectio Divina: “Bendito Sea Dios… Que Nos Bendijo con Toda Bendición Espiritual” (Efesios 1,3-10)
Lectio (Lectura): El Himno de la Salvación
Concluimos nuestro recorrido por la Historia de la Salvación con una Lectio Divina del texto que mejor resume todo el plan divino: el himno de bendición de la Carta a los Efesios. Leamos pausadamente estas palabras que son como una sinfonía teológica de toda la obra salvífica:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo; según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.” (Efesios 1,3-10)
Meditatio (Meditación): El Corazón del Misterio
“Antes de la fundación del mundo”: Estas palabras nos transportan más allá del tiempo, al corazón eterno de Dios donde nace el plan de salvación. Antes de que existiera el universo, antes de la creación de los ángeles, antes del tiempo mismo, ya estabas en el pensamiento amoroso de Dios. No eres producto del azar; eres fruto del amor eterno.
“Nos escogió… para que fuésemos santos”: La meta del plan divino no es simplemente salvarnos del infierno, sino transformarnos en santos. Dios no se conforma con menos que hacernos partícipes de su propia santidad. Esta vocación a la santidad es universal: no hay excepciones ni privilegios.
“Adoptados hijos suyos”: La palabra “adopción” revela algo extraordinario: por naturaleza somos criaturas de Dios, pero por gracia somos hijos. En Cristo, somos introducidos en la misma vida trinitaria. El Espíritu Santo grita en nuestros corazones: “¡Abba, Padre!” (Rom 8,15).
“Redención por su sangre”: El costo de nuestra salvación fue altísimo: la sangre del Hijo de Dios. Cuando te sientes insignificante o indigno, recuerda esto: vales la sangre de Cristo. Eres tan precioso que Dios prefirió morir antes que perderte.
“El misterio de su voluntad”: Lo que durante siglos fue misterio oculto, ahora se ha revelado plenamente: reunir todas las cosas en Cristo. Este es el destino final de la historia: que Cristo sea “todo en todos” (1 Cor 15,28).
Oratio (Oración): El Diálogo del Corazón
Padre eterno y misericordioso, al contemplar tu plan de salvación que se despliega a través de la historia, mi corazón se llena de asombro y gratitud.
Gracias porque me escogiste antes de la fundación del mundo, no por mis méritos sino por tu puro amor.
Gracias por Jesucristo, tu Hijo amado, en quien encuentro la respuesta a todas las preguntas de mi corazón y la plenitud de mi existencia.
Gracias por el Espíritu Santo que me convierte en tu hijo y me capacita para llamarte “Padre” con la confianza de un niño.
Señor, ayúdame a vivir según la grandeza de mi vocación. Que mi vida sea una respuesta de amor a tu amor primero.
Que sea instrumento de tu salvación para mis hermanos, especialmente para quienes aún no te conocen.
María, Madre de la Iglesia, que dijiste “sí” al plan del Padre, enséñame a decir mi “sí” cada día de mi vida.
Amén.
Contemplatio (Contemplación): El Silencio que Adora
En este momento final, guarda silencio y permite que tu corazón descanse en el amor de Dios. No necesitas muchas palabras; simplemente permanece en la presencia del Señor que te ama.
Contempla cómo toda la Historia de la Salvación converge en ti: eres heredero de las promesas hechas a Abraham, beneficiario de la liberación del Éxodo, ciudadano del Reino anunciado por los profetas, miembro del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
Siente cómo el hilo de oro del amor divino conecta tu pequeña historia personal con la gran Historia de la Salvación. Tu vida no es un episodio aislado sino parte integral del plan eterno de Dios.
En el silencio, permite que brote espontáneamente de tu corazón la oración primordial de la Iglesia: “¡Maran atha! ¡Ven, Señor Jesús!”
Que la paz de Cristo, que sobrepasa todo entendimiento, guarde tu corazón y tus pensamientos mientras vives cada día como colaborador consciente en la Historia de la Salvación que continúa desarrollándose hasta que él venga en gloria.
¿Quieres profundizar más en tu conocimiento de la Historia de la Salvación?
📖 Descarga nuestros recursos gratuitos:
- Guía de estudio detallada de las 12 etapas
- Cronología ilustrada de la Historia de la Salvación
- Audios de Lectio Divina para cada etapa
- Infografías para compartir en redes sociales
📧 Suscríbete a nuestro boletín para recibir reflexiones semanales sobre la Palabra de Dios y recursos para tu crecimiento espiritual.
🙏 Únete a nuestra comunidad de oración donde miles de personas como tú profundizan cada día en el amor de Dios a través de la Lectio Divina.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice YHWH” (Is 55,8)

Me gusta mucho lo plasmado en esta página. Para conocer, saber y reflexionar sobre nuestra catolicidad desde la historia de salvación y los diferentes espacios son interesantes y oportunos. Gracias.
Con el favor de Dios
Para Gloria de Dios