📅 11/05/2025
Juan 10, 27-30
Jesús nos asegura que nadie puede arrebatarnos de su mano. Hoy oramos con la intención de seguridad y confianza, pidiendo la gracia de descansar en su protección amorosa, sabiendo que somos suyos para siempre.
Cierra los ojos, respira profundo y suelta las tensiones del día. Siente cómo el Buen Pastor se acerca a ti. Deja que su voz, suave y firme, aquiete tus pensamientos. En este silencio, Él quiere hablarte al corazón. Escucha.
Jesús afirma que sus ovejas le conocen, le siguen y no se perderán.
✨ Fragmento de 'Yo Soy' "No temas. Aunque el mundo tiemble a tu alrededor, tú estás en mis manos. No caes. Yo soy tu sostén invisible." (Concepción Cabrera de Armida – Yo Soy)
Trinidad Santa, Padre que nos llama, Hijo que nos guarda, Espíritu que nos guía, hoy nos presentamos ante Ti como ovejas que desean escuchar tu voz. Aumenta nuestra confianza en tu fidelidad. Enséñanos a seguirte con seguridad y amor. Que nunca nos apartemos de tu presencia. Amén.
Evangelio según san Juan 10, 27-30 – Biblia de Jerusalén «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen; yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las ha dado es más grande que todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»
Este breve pero profundo pasaje está dentro del discurso del Buen Pastor, en la fiesta de la Dedicación. Jesús revela su unidad con el Padre y la seguridad que tienen aquellos que le pertenecen. 🕊️ a Estas palabras de Jesús nos sumergen en una profunda certeza: somos conocidos, protegidos y amados eternamente por Dios. El verbo “conocer” en el lenguaje bíblico no es simplemente tener información, sino una experiencia de amor íntimo y comprometido. Las ovejas conocen al Pastor porque han aprendido a confiar en Él, a distinguir su voz entre muchas otras. Jesús no solo conoce a sus ovejas: les da vida eterna. El Comentario Bíblico San Jerónimo indica que este pasaje confirma la comunión entre Cristo y el creyente, fundada en la fe y manifestada en la escucha. La afirmación de que nadie las arrebatará de su mano es uno de los pilares de la confianza cristiana. Aquí también resuena una profunda cristología: “El Padre y yo somos uno”. No es solo una declaración teológica, sino un consuelo espiritual. Si Jesús y el Padre son uno, entonces nuestra pertenencia a Jesús nos inserta en la comunión divina. Este texto es un canto a la fidelidad de Dios: quien confía en Cristo nunca está solo, nunca está perdido, y nunca será vencido por el mal.
Oración personal Jesús, Buen Pastor, me reconozco como tuyo. Escucho tu voz en medio del ruido de la vida. Tantas veces me siento frágil, inseguro, confundido, pero tú me miras con ternura y me dices: “Nadie te arrebatará de mi mano.” Señor, qué consuelo tan grande. Dame la gracia de confiar más en ti que en mis fuerzas. Hazme perseverante en la escucha de tu Palabra, y firme en el seguimiento de tu voluntad.
Permanece en silencio. Siente que estás en la palma de la mano de Dios. Allí no hay temor. Solo amor, protección, seguridad. Descansa. Repite en tu interior: “Nadie me arrebatará de su mano.”
Hoy, cuando sientas ansiedad o temor, repite con fe: “Jesús, yo confío en ti.” Y haz un acto concreto de confianza: deja en manos de Dios esa situación que tanto te preocupa.
Por quienes se sienten inseguros en su fe, para que encuentren refugio en Cristo. Por los que sufren violencia, que experimenten la protección del Buen Pastor. Por los pastores de la Iglesia, para que conduzcan con amor y verdad. Por los cristianos perseguidos, que se mantengan firmes en la confianza. Por nosotros, para que sepamos escuchar y seguir la voz de Jesús cada día.
Gracias, Señor, por darnos vida eterna. Gracias por sostenernos cuando todo tiembla. Gracias por no soltarnos nunca, aunque a veces nosotros nos alejemos. En tus manos descansamos. Padre nuestro… 🌹 Madre María, tú que escuchaste siempre la voz de Dios, enséñanos a confiar como tú confiaste. Protégenos bajo tu manto y condúcenos a Jesús. Dios te salve, María…
El contexto del Evangelio de Juan 10, 27-30 está cargado de tensión. Jesús se encuentra en el Templo, en una celebración nacional importante: la fiesta de la Dedicación. Allí, en medio de autoridades hostiles, pronuncia estas palabras llenas de ternura y autoridad. Desde una perspectiva exegética (Croatto y Schökel), este pasaje se enmarca dentro del género del discurso de revelación, donde Jesús habla con claridad sobre su misión y su relación con los creyentes. El verbo “conocer” es clave: no es saber sobre alguien, es tener una relación viva, fiel, amorosa. El Comentario Bíblico San Jerónimo enfatiza la fórmula “nadie las arrebatará de mi mano”, como una imagen de la providencia activa de Dios. Aquí se une la teología de la elección con la del seguimiento: el creyente que escucha y sigue a Cristo es introducido en la vida eterna, ya desde ahora. Además, la declaración “El Padre y yo somos uno” tiene gran carga doctrinal. En el contexto del Evangelio de Juan, esta afirmación es esencial para la cristología trinitaria: Jesús comparte la misma esencia con el Padre, y su poder de dar vida no es delegado, sino propio. Este texto es también eclesial. La comunidad joánica se fortalece escuchando estas palabras: aunque los cristianos sean perseguidos o marginados, están en manos de Dios. Esta promesa no solo conforta, sino que llama a vivir con valentía y fidelidad.