📅 23/06/2025
Mateo 7, 1-5
En esta jornada, el Señor nos invita a practicar la humildad y la conversión interior. Bajo la intención espiritual de relaciones heridas y orgullo, Jesús nos recuerda que antes de corregir al otro, debemos examinarnos con sinceridad. Es tiempo de sanar desde dentro.
Silencia tus pensamientos. Respira profundo. En este momento, permite que todo ruido exterior se disipe. Ponte en presencia del Dios que no juzga, sino que mira el corazón. Abre el alma al susurro de Su Palabra, que hoy quiere confrontarte con amor y llevarte a la verdadera libertad interior.
Jesús enseña que no debemos juzgar a los demás sin antes revisar nuestro propio corazón.
“¿Y cómo quieren verme en los demás si no se han mirado a ustedes mismos? Yo Soy el que purifica tu mirada para que veas con misericordia.” — Yo Soy, Concepción Cabrera de Armida
Santísima Trinidad, hoy me acerco a Ti con un corazón deseoso de verdad. Padre, que ves lo más íntimo de mi ser, enséñame a mirar con compasión. Hijo amado, que diste la vida por amor, libérame de la hipocresía. Espíritu Santo, fuego purificador, ilumina mi juicio y renueva mi conciencia. Amén.
“No juzguéis, para no ser juzgados. Porque seréis juzgados con el juicio con que juzguéis, y seréis medidos con la medida con que midáis. ¿Cómo eres capaz de mirar la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.”
Este pasaje forma parte del Sermón del Monte. Jesús exhorta a una justicia más profunda que no se queda en apariencias. Utiliza la ironía con imágenes fuertes —“viga y brizna”— para señalar la gravedad del juicio injusto, tan presente en las relaciones humanas. El Evangelio de hoy confronta con una de nuestras actitudes más comunes y menos reconocidas: el juicio. Jesús no prohíbe discernir, pero sí reprende al que lo hace desde la soberbia, sin autoevaluación ni misericordia. Nos invita a revisar nuestras intenciones y a vivir con coherencia y humildad. San Agustín decía: “Cuanto mejor conozcas tu pecado, mejor sabrás comprender el de tu hermano.” El Papa Francisco nos recuerda que “Dios no se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.” Relaciona este texto con Juan 8, 7: “El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra.” Y con Romanos 2, 1: “Eres inexcusable, tú que juzgas.” ¿Qué me impide ver mi propia “viga”? ¿A quién he juzgado con dureza esta semana? ¿Cómo puedo cambiar mi actitud y abrazar el camino de la misericordia?
Señor, yo también he señalado, criticado y juzgado a mis hermanos sin mirar mis propias faltas. Hoy te pido perdón. Lava mis ojos de la soberbia, del juicio fácil, de la indiferencia hacia mi pecado. Enséñame a ver como Tú ves: con amor. Que mi corazón se incline más al perdón que a la crítica. Te ofrezco mis defectos, mis heridas, mis luchas internas. Ven a sanarme, Jesús. Amén.
Imagínate frente a un espejo… pero no físico, sino espiritual. Contempla tu corazón iluminado por la luz de Cristo. No huyas. Quédate en silencio. Deja que la misericordia de Dios te envuelva, te limpie, te reconstruya. Escucha a Jesús decirte: “Yo no te juzgo. Camina en la verdad”.
Hoy me propongo callar todo juicio interior sobre los demás. Personalmente, me examinaré cada noche con honestidad para reconocer mis “vigas” y presentarlas al Señor. En mi entorno familiar, hablaré desde la empatía, no desde el reproche. Me comprometo también a pedir perdón si he sido causa de juicio o división. ¿He juzgado injustamente? ¿He rechazado sin comprender? Examinaré mi actitud antes de señalar la de otros.
Por la Iglesia, para que sea siempre testimonio de humildad y no de condena. Por los líderes del mundo, para que busquen la justicia desde la verdad y no desde el poder. Por nuestras familias, para que reine el respeto y la comprensión mutua. Por quienes se sienten juzgados o excluidos, para que experimenten el abrazo de Dios. Por cada uno de nosotros, para que sepamos ver a los demás con los ojos de Cristo.
Gracias, Señor, por tu Palabra que ilumina mi oscuridad interior. Hoy me consagro a tu voluntad. Padre nuestro que estás en el cielo… Santa María, Madre de Misericordia, a ti confío mi corazón. Ayúdame a mirar como tú, con dulzura, sin prejuicio. Bajo tu manto me refugio, Señora del silencio. Ave María…
1. CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO Este pasaje se encuentra en el Sermón del Monte (Mt 5–7), un compendio de enseñanzas éticas donde Jesús redefine la justicia del Reino desde una lógica interna del corazón. Mateo escribe para una comunidad judeocristiana, probablemente en Siria, que lucha por diferenciarse tanto del judaísmo legalista como del mundo grecorromano. El género es enseñanza sapiencial, con estructura parabólica y tono profético. La comunidad receptora vivía tensiones internas que hacían urgente revisar las actitudes de juicio mutuo. 2. EXÉGESIS LINGÜÍSTICA Y SIMBÓLICA El verbo griego "krinō" (κρίνω), traducido como “juzgar”, no se refiere solo al discernimiento, sino al juicio condenatorio, arrogante y excluyente. La “medida” (μέτρον) hace alusión a los estándares humanos de justicia, que Jesús pone en crisis. La imagen de la “paja” (κάρφος) y la “viga” (δοκός) utiliza un hipérbaton cómico para resaltar la incongruencia de quien juzga sin examinarse. Este contraste hiperbólico apunta a una ética de conversión interior y no de corrección ajena superficial. Resuena con Prov 20,9 y Rom 2,1. 3. INTERPRETACIÓN PATRÍSTICA Y MAGISTERIAL San Agustín señala que “quien se conoce a sí mismo no juzga al otro con dureza” (Sermón 19). San Juan Crisóstomo llama a este pasaje “el espejo del alma”, donde el cristiano debe confrontarse con sus propias faltas antes de corregir a los demás. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1861 y 2478) retoma este texto al tratar sobre el juicio temerario y la misericordia. En la liturgia, este pasaje se proclama en Tiempo Ordinario, para recordar que la conversión comienza en el propio corazón. 4. APLICACIÓN PASTORAL CONTEMPORÁNEA En una cultura saturada de opiniones, redes sociales y polarización, este texto cuestiona nuestro modo de relacionarnos. Nos invita a mirar con misericordia, reconociendo que todos necesitamos perdón. Para padres y educadores, enseña a corregir desde el ejemplo. Para comunidades parroquiales, recuerda que el juicio entre hermanos debilita la comunión. En contextos de evangelización, señala que la credibilidad nace de la humildad, no de la condena. Hoy más que nunca, el mundo necesita testigos, no fiscales. Preguntas para la reflexión • ¿Qué juicio frecuente hago de los demás que necesito revisar desde este Evangelio? • ¿Estoy dispuesto a mirar mis propias incoherencias antes de señalar las ajenas? • ¿Qué me revela este texto sobre el corazón paciente y compasivo de Dios?