📅 14/09/2025
Lucas 15, 1-32
Jesús busca y abraza al perdido, que en nuestras caídas y retornos, Él está ofreciendo misericordia. Si sientes culpa por errores pasados o miedo a no ser perdonado, este momento de oración es descanso para tu alma cansada y puerta abierta a la alegría de volver al corazón del Padre.
Antes de disponerte a orar, toma aire profundo tres veces y suéltalo lentamente, dejando que tu cuerpo se relaje. Dios está aquí, presente contigo, más cerca que tu propia respiración. No necesitas fingir: Él conoce tu corazón. Descansa en esta certeza, ven con tus cargas y alegrías. Ponte cómodo, abre los sentidos, la mente y el corazón. Permite que este tiempo de oración sea un espacio donde tu vida y la Palabra de Dios se encuentren en un diálogo de amor.
Un Padre que abraza sin condiciones despierta emociones de perdón, alegría profunda y la esperanza de nuevos comienzos.
“Yo soy la Misericordia que corre hacia ti… no temas tu fragilidad, porque en mis brazos siempre hallas descanso.”
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, vengo ante Ti, Señor, reconociendo mi necesidad de tu amor. Tú sabes cuántas veces me pierdo en caminos de egoísmo y olvido, pero también conoces mi deseo de volver a tu abrazo. Te pido, Jesús, la gracia de confiar plenamente en tu misericordia, de experimentar tu alegría cuando me encuentras y me recibes de nuevo. Espíritu Santo, abre mi corazón para reconocer tu voz en esta Palabra. Y a Ti, Madre María, te suplico que me lleves de la mano hacia tu Hijo, enseñándome a acoger su perdón y a vivir con gratitud. Amén.
Lucas 15, 1-32 1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. 2 Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos.» 3 Entonces les dijo esta parábola: 4 «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió hasta que la encuentra? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros muy contento, 6 y llegando a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: "Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido." 7 Os digo que así habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión. 8 «O ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta que la encuentra? 9 Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas y les dice: "Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que se me había perdido." 10 Os digo que del mismo modo hay alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.» 11 Dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. 12 El menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. 13 Pocos días después, el hijo menor, reuniéndolo todo, se marchó a un país lejano y allí malgastó su hacienda viviendo como un libertino. 14 Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran hambre en aquel país y comenzó a pasar necesidad. 15 Fue y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus campos a guardar cerdos. 16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; 19 ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." 20 Y levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. 21 El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." 22 Pero el padre dijo a sus siervos: "Sacad en seguida el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y sandalias en los pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. 25 Su hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas, 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el novillo cebado, porque lo ha recobrado sano." 28 Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le suplicaba. 29 Pero él respondió a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y nunca me diste un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30 y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que devoró tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado." 31 Pero él le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado."»
Lucas 15 nos presenta tres parábolas de misericordia: la oveja perdida, la moneda encontrada y el hijo pródigo. El contexto es una respuesta de Jesús a los fariseos que criticaban su cercanía con pecadores. El género es parabólico, usando imágenes cotidianas de pastoreo, economía doméstica y vida familiar. El hilo común es la alegría del reencuentro: cada pérdida termina en celebración. Palabras clave como “perdido”, “encontrado” y “alegría” subrayan la lógica del Reino: Dios busca incansablemente a cada persona. En continuidad con todo el Evangelio, este pasaje revela el corazón del Padre que se desborda en misericordia infinita. ¿QUÉ ME DICE A MÍ? – Dios me habla personalmente hoy Este Evangelio te habla directamente: eres el hijo que a veces se aleja, la oveja que se descarría, la moneda que se esconde en rincones oscuros. En tu vida cotidiana, puedes sentirte perdido por errores, heridas o decisiones que parecieran alejarte de Dios. Pero hoy, Él te recuerda que nunca deja de buscarte. Tal vez en tu trabajo llevas culpas por fracasos, o en tu familia sientes distancias difíciles de sanar. Aquí, Dios te llama a volver. Pregúntate: ¿en qué área de tu vida necesitas especialmente esta Palabra? Puede ser en tu relación con alguien cercano, en tu confianza personal o en tu esperanza. Escucha: el Padre no espera con reproches, sino con brazos abiertos. Tú eres valioso incluso en tu fragilidad. Si temes no ser digno, Jesús te muestra que su misericordia es más fuerte que tu pecado. Si te cuesta perdonar, piensa en cómo Dios te perdona primero. Él te invita a celebrar la vida, a compartir la alegría de ser encontrado, y a abrir tu corazón a quienes también buscan un hogar. Hoy, la voz de Dios te anima a crecer en confianza, a dejar el miedo y a experimentar la fiesta del regreso al Padre.
Señor, hoy reconozco que tantas veces me he perdido buscando caminos equivocados. A veces me cuesta aceptar que Tú sigues buscándome incluso cuando me escondo. Te agradezco porque tu amor no depende de mis méritos, sino de tu fidelidad. Gracias por las veces en que has salido a mi encuentro en medio de mis caídas. Te pido que me des la gracia de reconocer tu abrazo y de no rechazar tu misericordia. Ayúdame a perdonar como Tú me perdonas, a mirar con compasión a quienes se alejan, y a no quedarme encerrado en juicios. Te ofrezco mi vida entera, con mis luces y sombras, para que la transformes en motivo de fiesta para tu corazón. Que cada paso de mi día sea una respuesta agradecida a tu amor.
Imagínate en el camino polvoriento de regreso a casa… ves a Jesús corriendo hacia ti con los brazos abiertos… escuchas su voz llena de ternura llamando tu nombre… sientes cómo te envuelve en un abrazo que disuelve culpas y miedos… deja que su amor cubra tu corazón herido como un manto cálido… no necesitas explicar nada… solo recibe el regalo de ser amado incondicionalmente… permanece en ese abrazo, en silencio… descansa en la alegría de ser encontrado… deja que su mirada ilumine tus pasos… confía plenamente… su misericordia es tu casa, su abrazo es tu descanso eterno.
Hoy me propongo un gesto personal: escribir una carta breve de gratitud a Dios por su perdón y amor. En mi familia, practicaré la paciencia y el diálogo, evitando juicios rápidos para reflejar el corazón del Padre. En la comunidad, buscaré acercarme a alguien que se sienta solo o apartado, ofreciéndole mi tiempo y escucha sincera. Como intención social, elegiré apoyar a un vecino o conocido que atraviese una dificultad concreta. Finalmente, en mi examen nocturno, me preguntaré: ¿hoy dejé que el amor de Dios me alcanzara y se reflejara en mis relaciones? Este compromiso pequeño será semilla de transformación interior.
Por la Iglesia y sus pastores, para que reflejen siempre la misericordia del Padre. Por el mundo y sus gobernantes, para que trabajen por la justicia y la reconciliación. Por quienes sufren soledad, rechazo o culpa, para que experimenten la ternura de Dios. Por nuestra comunidad, para que seamos acogedores con los que regresan. Por todos los que se sienten “perdidos”, para que descubran la alegría de volver a la casa del Padre.
Gracias, Señor, porque me has mostrado tu amor fiel que siempre me busca y me recibe. Hoy quiero rezar con las palabras que nos enseñaste: Padre nuestro, que estás en el cielo… En ti deposito mis alegrías, mis miedos y mis deseos. Madre María, te entrego mi corazón para que lo presentes a tu Hijo con ternura materna. Enséñame a acoger como tú, a guardar en silencio y a confiar plenamente. Te consagro mis pasos, mis decisiones y mi familia, sabiendo que bajo tu manto nada me falta. Y contigo digo: Dios te salve, María…
Contexto histórico-literario El capítulo 15 del Evangelio de Lucas se sitúa en un contexto donde Jesús enfrenta críticas por su cercanía con publicanos y pecadores. El género literario es parabólico, diseñado para provocar reflexión más que dar una enseñanza directa. Dentro del tercer evangelio, este pasaje ocupa un lugar central en la teología lucana de la misericordia. La comunidad destinataria es mayoritariamente gentil, con un fuerte llamado a reconocer la universalidad del amor de Dios. Exégesis lingüística y simbólica Las palabras clave “perdido” (griego apololos) y “encontrado” (heurisko) expresan movimiento: no se trata de estados fijos, sino de dinámicas de búsqueda y hallazgo. El verbo “correr” atribuido al padre es culturalmente impactante, pues un hombre anciano no corría en público en el mundo semítico: el gesto simboliza la urgencia y desborde del amor divino. La estructura presenta tres parábolas en crescendo, culminando con el hijo pródigo, que revela la plenitud de la misericordia. El banquete final evoca imágenes escatológicas del Reino, donde la alegría se convierte en fiesta comunitaria. Interpretación patrística y magisterial San Agustín veía en el hijo pródigo la imagen del alma que se aleja en búsqueda vana y regresa vacía, hallando plenitud solo en Dios. San Ambrosio destacaba el anillo y las sandalias como símbolos de la dignidad recuperada en Cristo. El Papa Francisco, en Misericordiae Vultus, recuerda que la misericordia es “el nombre mismo de Dios” y que la Iglesia debe ser “casa abierta del Padre”. El Catecismo (n. 1439) interpreta esta parábola como modelo del camino de conversión. Litúrgicamente, este texto se asocia con la Cuaresma, tiempo de reconciliación. Aplicación pastoral contemporánea Hoy, este pasaje ilumina la crisis de identidad y pertenencia en la sociedad moderna: jóvenes que se sienten lejos, adultos que cargan culpas, familias fragmentadas. Para quien vive en rutina y cansancio, la parábola recuerda que siempre hay un hogar en Dios. En el sufrimiento por rupturas o adicciones, el Evangelio promete brazos abiertos. Para comunidades cristianas, la invitación es a no actuar como el hermano mayor resentido, sino a participar en la alegría del Padre. El desafío pastoral actual es acoger sin condiciones, celebrar cada regreso y testimoniar una Iglesia que corre al encuentro.